lunes, junio 28, 2004

ya no escribo en verso, ahora intento Prosak

Hablabas de los rieles, de caballos que caminaban para encontrar trenes extraviados. Hablabas de lámparas encendidas para guiar los barcos, hablabas de lluvia y de una postal que un novio te había mandado desde Varsovia. Hablabas de un café delicioso que probaste en La mariposa, en Querétaro; yo te contaba historias olvidadas de delfines.

Escríbeme una carta, háblame del desierto, de las tormentas de arena que escriben cartas en las calles.

Los vecinos han salido a amontonar piedras en la entrada de la calle, el miedo los ha convencido de proteger el último bastión. Incluso, han ido a centros comerciales para comprar agua embotellada. Compran comida enlatada y lámparas de pilas. Cuando alguno de ellos me encuentra, observa lo que he comprado, casi siempre termina pidiéndome que compre mapas para escapar de la ciudad; pero yo sólo quiero comprar manzanas. Yo sólo quiero llenar de manzanas el frutero de la mesa y sentarme a mirarlo. Yo quiero, en realidad, leer una carta tuya acompañado por manzanas.

Pienso en tu manera de hablar de las bacterias, pienso en los rieles y en los caballos que esconden su temor a los naufragios. Te escribo, en realidad, porque no me has escrito.

Preparo ensalada para los amigos que no vendrán, te escribo esta carta y lloro porque la radio no transmite rechinidos de columpio.

Te escribo porque está lloviendo, porque en la casa de al lado ladra un perro y porque el calendario me habla de ciertos pagos que tengo que depositar mañana.

No importa que no me escribas, yo invento este puente para dibujar tormentas; para dibujar, con lo que sueñas, una escalera hacia el mar. Smashing Pumkings canta "Once in a While" como tantas veces, y yo pienso en los soldados que aman tu nombre, que lo pronuncian como si escribieran una carta.

Hablabas de veleros, hablabas de llenarte la boca con luciérnagas para encontrar un barco. Hablabas, cierto, de bacterias imitando la migración de los salmones.

Los vecinos vienen a invitarme a defender la calle, creo que es hora de terminar este intento y salir a construir una catapulta para combatir aceptablemente.

Más tarde, cuando el fuego haya terminado, vendré a contarte de los vecinos que tuvimos que levantar noqueados, o de otros a quienes tuvimos que vendarles la cabeza. Prepararé café por la derrota y te escribiré para contarte que tendremos que emigrar hacia otro barrio, tres calles más abajo, o, incluso, cambiarnos de país. Pero te contaré, lo prometo, porque está lloviendo. Te contaré porque quiero que leas mis palabras en los charcos. Hasta siempre.

édgar
Image hosted by Photobucket.com