viernes, febrero 25, 2005

Carta Jimena 2.0

¿Por qué no guardas hojas de plátano en tus bolsillos? ¿Por qué no evitas las escaleras de caracol?, y por qué cuando te escribo, te hablo de puentes peatonales. Podría, por lo menos y para felicidad de otras palabras, hablar de semáforos en verde. Desconozco la ruta que ofrecen otras migraciones, me gusta, eso sí, la felicidad del regreso: hablo de salmones. Me atrae la posibilidad de volver al lugar de nuestra infancia, me gustaría pensar que remontamos la corriente para morir; que somos testigos de la infancia y de la muerte. Por qué te hablo de salmones si a ti te gustan las bacterias, ¿será que son las dos de la madrugada y guardo oscuridad en los relojes? Queda algo de humedad de otras tormentas en los cuadernos de la infancia. Veo a mis amigos que atrapan mariposas, los veo alejarse felices en un largo camino de rieles; me hace feliz que sonrían porque atraparon una trucha con un sombrero. Y yo, Jimena, juego a comprar chimbos en la panadería de la esquina, hago el camino de mi antojo para encontrar el olor de los panes. Si me preguntas por los circos, te diré que a veces escribo puentes, te diré que a veces hablo de rutas para evitar tu ausencia. Guardo tus palabras en los columpios de una plaza de juegos. Me enfermo con los pájaros que duermen con el frío. Olvida mi nombre en las estaciones vacías, olvida esta carta en los juegos que recuerdas de tu infancia. Los niños se esconden, en sus juegos, de la lluvia, se esconden de la vida; corren hacia ti para que no los encuentre la noche; y su madre les grita en esta carta. Encuentro un lenguaje de árboles en el último tren. Unas niñas juegan a ser estatuas, como en un cuento de Cortázar, junto a los rieles; nos despedimos ellas, arrojando nueces para celebrar su actuación. Hasta siempre.

édgar mena
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