viernes, mayo 06, 2005

carta con paisaje de clínica


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para Shirley

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Imaginemos un poco, pensemos un momento. Volvamos a pasar frente a una fuente grande que está en Querétaro cuyo nombre no recuerdo; aunque no importa, volvamos a pasar por ahí a las tres de la mañana, con el sueño acumulado de varios días; con el cansancio que puede ofrecer el viaje y la enfermedad.
Mi compañero de cuarto me habla de las primeras migraciones a Alaska y yo le digo que sí mientras continúo este mensaje. Supongo que no me cree que lo atiendo porque prefiere, de vez en cuando, platicar con la ventana. El loquito del cuarto contiguo me regaló una armónica, supongo que le caí bien en mi primer día de interno, he sonado el juguete varias veces para felicidad de los enfermos, muchos aplauden, pienso que ellos deseaban antes que yo este objeto; pienso, también, que envidian el sonido que yo puedo repetir según me parezca conveniente. En mi primer día aquí he dormido mucho, he escrito lo que ocurre y he hablado con un médico acerca de poesía hebrea.
Mañana vendrá mi amiga Mirsha a visitarme y podré darle esta carta para que te la envíe. Le pedí que me trajera música, espero que lo recuerde. En este hospital de locos no ocurre nada, quizá un día pueda decir que pertenezco a él, que dejé de ser un maniaco depresivo para asimilarme al mundo gris de los enfermos, quizá en ese entonces hable también de migraciones de barcos a Borneo, quizá imite a Elvis para otros enfermos. Pero aún no llega ese día, todavía me resisto a estar aquí, en esta clínica donde no ocurre nada, salvo la ausencia de libros y periódicos.
Mañana vendrá Mirsha y le voy a prometer un barco, le voy a prometer estar tranquilo para que no me inyecten, le voy a prometer que en pocos días iremos a tomar café o a ver una película de miedo. Algunas veces lloré porque no quería que me internaran en un lugar así, creo haberlo platicado con muchas personas, incluso Shirley prometió nunca internarme en una clínica y supongo que no me imagina aquí, en este humilde estado de contemplación y espera. Si ella estuviera aquí seguramente no tendría nada qué decirle, aunque podría ofrecerle una manzana que me sobró del desayuno, podría ofrecerle un cigarro, mi compañero de cuarto, que yo insisto que no está tan loco, los vende discretamente sin que se enteren los doctores. En fin, mañana te van a enviar estas palabras, pero no voy a decir nada, solamente mencionaré que estoy bien, que estaré unos días aquí, cuando traigan la música quizá pueda contar más cosas, mientras tanto, esperaré las cartas que hayan llegado al buzón, Mirsha las imprimirá y me las traerá, tengo muchas ganas de leer una palabra tuya. Hasta siempre.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Saludos cordiales.

Llegué aqui por Mara.

Me gusta me gusta. ¡Que buen blog!

Sea este el anuncio de mis próximas (y frecuentes) visitas.

Un abrazo.

10:47 a.m.  

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