lunes, febrero 14, 2005

Carta para cambiarte el nombre

para Jimena Ballí
En las canciones que no hablan de ti, en las paredes en donde he dejado algo de tu cuerpo, porque mis palabras hablan algo de tu cuerpo. Mañana me enviarás mensajes que hablen de la ruta hacia un concierto, de tu padre que conduce intranquilo porque se hace tarde y tienes miedo. Yo también tengo miedo y no encuentro los audífonos, no podré oírte en las canciones que conservan algo de tu ausencia; las canciones que guardan un poco del lugar en donde faltas. Mañana me enviarás mensajes y no podré contestarte porque es sábado, porque no hice el aseo de mi casa, porque las croquetas de Camila se terminaron y entonces ella duerme imaginando que yo, su dueño, voy a los centros comerciales a buscar croquetas para que no padezca hambre. Descubro en mis dedos tu tristeza.
Conduce mejor hacia este sitio. Ven, observa conmigo a Camila que duerme junto a sus hijos de peluche, los hijos que maltrata y arrastra por toda la casa para prevenirlos de un naufragio. No es viernes, pero ven, podremos ver películas francesas en la televisión. Podrán pasar quinientos años, las arañas en las esquinas superiores de la casa harán algo para soportar el frío. Me enviarás mensajes y no podré contestarte porque Camila duerme oyendo, en su sueño, que escribo una canción que no te pertenece. En realidad no me interesa vivir muchos años, no tendría la paciencia de levantarme todos los días a las siete de la mañana para ir a darles clase a unos niños a los cuales no les importa en absoluto lo que estoy diciendo. No me interesa enfermarme tres veces al año --o más-- de la garganta. No quiero encontrarme todos los días en el espejo, cada vez más viejo; cada vez más solo y más triste. Un día morirán mis amigos, o yo –para suerte suya— moriré antes que ellos. Ya no podremos cantar canciones francesas para aprendernos los colores. No podré leer sus mensajes, ni caminar con ellos por CU para encontrar una película buena en los alrededores. La hora, sin duda, fue la que me hizo subir, dirá Pedro Guerra en otro idioma parecido a mariposas ahogadas en un plato de leche. Gilberto seguirá siendo un gato dibujado en las canciones. En suma, no me interesa vivir más de treinta años, no quiero padecer el naufragio de tu olvido. Perdóname, Jimena, no pude responder a su mensaje, pero Guns N Roses canta “Knokin On Heavens Door”; lo sé, la canción es triste, pero me sirve para contestarte desde esta casa sin croquetas para Camilas destructoras de mis libros. La canción es la mejor respuesta que se me ocurre. Escucharemos a Bach en las películas francesas y podremos caminar otra tristeza, otra mirada hacia lo oscuro; otra mirada hacia el silencio necesario para construir castillos en la arena. Busco tus manos en los ruegos de los niños a sus madres, busco tu contacto en los teléfonos descolgados. Te busco en mapas que consignan los circos que han llegado al barrio. Los circos, decías, se marchan en otoño. Enciende las luces para que puedas contar estrellas. Busco tus manos en Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, busco tus manos en los ojos de Becky Tatcher, te busco en la felicidad de las barcas que se mecen por el frío. Busco tu contacto en las tormentas que ocurren en el sueño de caballos. Imagina jinetes que caminan hacia junio. Lo sé, tengo que seguir encendiendo luces en casas húmedas, tendré que apurarme; quiero llegar temprano al lugar en donde cuento historias. El lugar en donde nunca te veré detenerte para comprar una manzana. Hasta siempre.
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