lunes, febrero 28, 2005

Carta para imaginar un circo

Con la costilla de un guapo,
con la costilla de un guapo,
y la sangre de un valiente,
por esa calle derecha
van a construir un puente.


Son jarocho


Escribir con los ojos cerrados una carta; así, sin ti, por ejemplo. Pasan los trenes, estoy en La vieja estación, en Querétaro; me preguntan si traigo suéter y yo recuerdo que me gustaría escribir tu nombre. Que me gustaría oírlo hasta que amaneciera. Quiero escribir en tus manos hasta que algo nos encuentre llorando en los mercados.
Oigo tu risa con los niños.
He comido ríos y ventanas, en las escaleras he dejado tus cartas para que los gatos duerman. Oigo tu voz en las grabaciones de otra época, me siento a esperarte junto a los sacerdotes que apagan las luces en las habitaciones vacías.
En el cálculo que me hace gritar por más canciones en la radio, pedir a gritos una copa o un árbol con buena sombra; pedir llorando una rosa a los ahogados; llorar con los boleros en las playas, con los perros que alguien ha corrido a patadas de las carnicerías.
Te digo, eres más alta que los árboles que tapan las ventanas en la casa de la infancia, eres más alta que los trenes; más alta que la música que nace dentro de las nueces; más alta, incluso, que la madre de los niños que lloran en el parque. Eres más alta que los columpios, que la canela y los cuadernos donde la fruta esconde su tesoro.
Es triste pensar en la infancia, en tu piel que ya no está conmigo. Te leo en las cartas que mis alumnos regalan a sus novias. Te leo en las lámparas y en las puertas que alguien cierra porque no estás aquí.
Quiero escribir en las paredes hasta que los vecinos salgan a gritar llorando tu nombre, llorando como un madrugador, como un mendigo o una música de campanario; llorando, en fin, como una hoja abandonada en el camino. Llorando absurdamente como un loro, como un libro que ha despertado en la basura. Absurdo como un camión de bomberos incendiándose.
Oigo tu risa con los trenes.
Mira los ríos que se pudren en la sombra. Mira a las madres que buscan el mejor lugar para sus hijos en el cine. Quiero que tus manos hablen con el barro. Quita tus zapatos y pesca junto a mí sin redes, sin camas para multiplicar abrazos como panes.
Quisiera contarte que me lastimé un dedo, que no he llamado a mi casa, que he recibido mensajes tuyos cuando estoy cantando en voz baja; pero nada de esto es cierto, no me escribes mensajes y yo --lejos de pensar en mapas-- pienso en el agua en que se abrevan los rebaños.
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