lunes, marzo 28, 2005

es.lun.es

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Querida Tantriste:
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No puedo escribir acerca de Mórabito; por lo menos hoy, me niego, prefiero observar por la ventana de vez en cuando: espero que los niños regresen de la escuela; no escribo, prefiero intentar este mensaje; prefiero hablarte con el silencio que esta carta nos entrega.
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Dibuja mapas con rutas hacia los columpios.
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Es cierto, el sábado me esperabas en avenida Reforma, frente al Auditorio Nacional (para evitar confusiones). Cierto, ese día los turibuses no alcanzaban para tanta gente; cierto, nos vimos diez minutos para no hablar de nada. Recuerdo lo anterior y me siento como Holden Caufield, quien no sabía a qué lugar iban los patos cuando el lago estaba congelado. Cierto, aquí no hay lago, mucho menos patos, pero yo quiero referirme a la confusión; o, como ese verso de Chumacero en que leemos: “[,,,] como el pez que no comprende la ola en que navega”, subrayo el “no comprende”, subrayo mi tristeza; subrayo ese “yo no sé”. Menciono que sentirse así es inútil, es lo más cercano a caerse a palos como una puerta vieja. Hago pinturas en las tablas que encuentro en el patio y escribo nombres.
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Hoy no quiero hablar de Morábito, prefiero estar aquí sin decir nada. ¿Qué película viste ese día? Seguramente lloraste, tenías ganas de llorar cuando caminábamos el pasillo aquel donde están todas las líneas del metro del mundo; no te lo dije porque quizá habrías llorado, y yo nunca tengo algo inteligente qué decir cuando alguien llora. Mucho menos usted, querida Tantriste.
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Le cuento que hoy es lunes y los lunes son difíciles de sobrevivir, no hay niños en la calle (todos han regresado a la escuela); a veces, si no hay mucho ruido, puede escucharse lejanamente el altavoz que canta el himno nacional. Además, hay que vestir pantalón blanco para el homenaje; y no hay cosa más terrible que unos pantalones blancos en un hombre. Aunque, quizá por eso lo hacen, porque los lunes son blancos, es como una página sin palabras: borrón y cuenta nueva.
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Ven, vamos a esperar a los niños vuelven de la escuela, los esperamos en la cancha, siempre es una escala necesaria; y si tardan, vamos a caminar más lejos, quizá encontremos una muchacha de ojos azules que llora porque es lunes; y, no obstante su tristeza, elige las películas más tristes de la cartelera. Hasta siempre.
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