lunes, junio 28, 2004

carta por los trenes que nunca dibujaste

Amanecí con ganas de escribirte una carta porque los niños en el patio hablan de caballos que mueren a causa del silencio, porque los maestros preguntan fechas importantes, y a uno que otro compañero sólo se le ocurre hablar de que nunca conoció a su padre. Amanecí con ganas de marcar un número de teléfono, de encender la chimenea, de escuchar tu voz, de contarte que mi artículo de hoy en el periódico salió con una errata. En la mañana el teléfono sonó varias veces, pero en ninguna de ellas pude alcanzar a contestar, a lo mejor hablaban de otro país para contarme que estaba lloviendo, a lo mejor hablabas tú y me invitabas a leer poemas en un café de una calle en Nantes o en Bogotá. Amanecí con ganas de decirte algo, de contarte que la vecina del piso de arriba me reclamó porque no pongo música; lo sé, debería ser al revés, debería reclamarme el escándalo, pero a ella la escandaliza mi silencio, qué rara es la gente. Ahora que te escribo esta carta, pasan tres bicicletas frente a mí, seguramente han pasado varias veces más pero no lo había notado, seguramente los ciclistas habían mirado un tipo con un cuaderno escribiendo cartas en el café de enfrente; seguramente. Amanecí con ganas de leer "Les Planches Courbes" de Bonnefoy, eso me ocurre cuando en el periódico me han pedido una reseña de un libro de alguien a quien quiero, y honestamente no sé qué decir. Me gustaría platicar con la señora que toma café y fuma desesperadamente en la mesa de a lado, pero, tienes razón, eso suena utópico porque yo no tendría mucho qué decirle. Seguramente ella me contaría sus problemas familiares y yo no tendría más que palabras sin consuelo para regalarle. Aunque lo que me gustaría, creo que lo sabes, es que estuvieras sentada frente a mí y me contaras de tus trenes, que me contaras acerca de los pasos que repartes en tu ciudad, cuéntame algo, ¿te despertaste temprano hoy?, ¿qué haces en tardes como esta en que los ciclistas dibujan rutas hacia el mar? Debería llamarte, debería sanar mi cansancio con palabras tuyas, debería marcar tu número y sólo hablarte de cometas o películas de gangsters, debería consolar tu miedo a los relámpagos y, sin hacer ruido, contarte de pueblos donde la gente se entretiene diciéndole a los niños que si cuentan las estrellas una se caerá. Debería marcarte porque es miércoles y te extraño, porque los ciclistas han partido hacia el invierno, porque las mujeres de las mesas vecinas lloran por los trenes se han ido sin llevarlas.

édgar david mena
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