domingo, marzo 13, 2005

SinColumpios

Querida Tan triste:
Escribir una carta porque hace frío, o para que haga frío. Una carta sin nieve, o una carta que consigne un dibujo de relámpagos. Hubo un tiempo --me Cantabas-- en que los pingüinos temblaban de frío. Dispersos por el mapa, cada uno intentaba resguardarse a su manera, algunos imaginaban, sin conseguirlo en realidad, fogatas; otros más gastaban energías en construir casas en la nieve, otros trataban de imitar a los perros esquimales; es decir, usando la nieve de cobija y de esta manera conseguir el calor necesario para sobrevivir. En ese tiempo los pingüinos mayores se reunieron, pensaron que sería buena idea planear una manera para enfrentar, entre todos, el frío; ya no era justo soportar en solitario las tormentas. De esta manera, se planearon diferentes estrategias. Fue así que después de mil intentos los pingüinos decidieron hacer una larga fila, el primero soportaría la tormenta durante unos minutos, cuando su resistencia estuviera al límite, correría a protegerse al final de la fila, de esta manera cada uno soportaría su parte de frío correspondiente. A los pingüinos, debemos recordarlo, les gusta la aventura, esto se demuestra cuando al término de la migración, deben aterrizar, impulsados por las olas, en las rocas; es divertido ver cómo toman impulso e intentan encaramarse en una roca. Si no lo consiguen, observan la técnica de otro, tratando de aprender nuevos recursos para el intento. Pero en realidad no sé por qué te estoy hablando de esto, quizá porque me gustaría pensar que Óliver ladra en otro lugar del mundo, espantando otros fantasmas; que quizá en este preciso instante piensa en mí o en esta carta, quizá haya cenado e imagine, también, las noches en este cuarto, el tiempo que esperaba a que yo durmiera para subirse al sillón, por supuesto, más cómodo que el tapete que sólo utilizaba para morder. Lo siento, como diría Gabriela, a veces lloro por pendejadas, y quizá esta carta sólo sea llorar pendejamente porque no estás aquí. Cantemos --si quieres-- para Swan, cantemos mientras los perros duermen; cantemos por Swann y por Odette, escuchemos la sonata de Vinteuil y construyamos junto a ella un velero. Cierra los ojos, imagina la luz que crece con un beso, el calor que encierran unos brazos cuando la mañana nos anuncia establos donde ha dejado de llover. Sí, cierra los ojos y escucha la historia de pingüinos que se resguardan del frío, o vuélveme a contar la historia de trenes perdidos en su sombra; o llora conmigo porque hay "cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido". Cierra los ojos, inventa una ciudad con tu respiración, háblame sus calles, sus jardines. Y un día, "cuando ya envejecida y gris y somnolienta vengas a cabecear cerca del fuego", escríbela en mis manos.
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