miércoles, junio 15, 2005

canción por el olvido de los trenes (escrita a media noche, mientras los Kpaz de la sierra cantaban "que allá en el otro mundo, en vez de infierno..."

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Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales.

Jorge Teillier
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Querida Liliana:


Puedes imaginar un lugar para los niños; incluso, si la tormenta es poca, puedes sembrar lechugas y continuar oyendo el noticiario. Tienes una canción para despertar a los caballos, por cierto, hay un vagamundo que duerme en el parque que está cerca de la casa; todos los días cuenta unas piedritas que saca de los bolsillos, las cuenta una y otra vez hasta que son las dos de la tarde y el hambre lo guía hacia el mercado.
Amaneció nublado, nadie vino a tocar mi puerta para entregarme una carta, o cuando menos, para venderme un objeto milagroso para borrar los días nublados. Nadie vende lluvias cuando es viernes. Hagamos un viaje de 33 días hasta rue de Rivoli, pronuncia campanarios, uno a uno, en las calles de una carta en que no llueva. Aprende el nombre de las palomas en los parques, aunque no tengas pan para darles. Mi vecina se preocupa por los niños que corren en un campo de centeno, yo le digo que ese oficio ya es de Holden Caufield; pero ella no atiende, prefiere organizar el rescate y el silencio.
En el fondo todas mis cartas son tu cuerpo, en el fondo, con cada palabra platico con tu cuerpo; en el fondo, cada parte de tu cuerpo que pronuncio es una carta; un diálogo con los ahogados.
Pero no estoy triste, quizá sólo un poco preocupado por Gabriela, no tengo manera de comunicarme con ella; leo su libro como una manera de aliviar su tristeza: “La hija de mi padre/ su niña enfermiza/ que sacó dos veces de un hospital/ en el auto/ pálida/ con una tristeza de muchos días”. Ahora podrá decir que ya son tres veces que la sacan del hospital, ahora podrá contar de charlas con anestesistas que preguntan por el mar.
Leo las cartas que no me has enviado, me enfermo con los niños que imaginan faros en la calle, que hacen una interminable fila para acariciar al gato de la casa de enfrente.
Freí dos huevos y se me antojó que estuvieras aquí para decirme algo acerca de los días nublados en tu cuerpo. He encontrado libros debajo de la cama, he encontrado un par de zapatos nuevos debajo de la cama; encontré, también, una jaula con varios pájaros.
Te escribo porque hay que vivir si tu cuerpo aunque sea doloroso. Te escribo porque dos niños pasan corriendo por la calle, vienen huyendo de los ogros con que sus madres los obligan a comer verduras. Y te escribo porque me hubiera gustado hacer el amor contigo varias veces
antes de irme al trabajo. Hasta siempre.
é
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