miércoles, marzo 16, 2005

CartaConGatos

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para Yaya
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Perdí mi zapato izquierdo. Creo que se lo ha llevado el gato de mi sobrina la menor. A veces lo hace porque le gusta orinar en él, también lo rasguña y lo muerde como se muerde una fruta agradable. He visto a gatos comer manzanas, he visto gatos que desprecian papalotes. He visto al gato de mi sobrina la menor llevarse mis zapatos.
Prefiere los zapatos a los tenis, como también prefiere comer jabón a las croquetas que le dan cuando son las nueve, los gatos desayunan a las nueve; los gatos sueñan un tiradero de zapatos en habitaciones sin ventanas. ¿Creerá que son ratones?, no lo sé; se me ocurre, más bien, que piensa que mi zapato izquierdo es peligroso y debe mantenerlo bajo resguardo. ¿Habrá gatos se oculten en zapatos?


Los gatos saben, sin embargo, alejarse de ventanas abiertas y duermen sobre el televisor como antenas de conejo. He visto gatos atacar zapaterías. He visto a vecinas correr gatos a zapatazos. Mi sobrina la menor sabe que su gato odia mis zapatos, sólo se ríe cuando en la mañana le pregunto.

Los gatos son indiferentes al llanto que provocan las cebollas, son indiferentes a la tristeza que provocan los boleros; el gato de mi sobrina la menor detesta, con absoluta seriedad, a los soldados.
¿Habrá un país sin gatos? ¿Habrá un lugar donde, en lugar de zapatos, los gatos roben cáscaras de plátano, acuarelas; dibujos hechos con crayola? ¿Qué música oyen los gatos cuando observan a los pájaros?


El gato de mi sobrina la menor encuentra bosques en los mapas, encuentra muchachas perdidas, sabe de los barcos que siguen una ruta en las palabras. Hay gatos que esconden bichos en la tierra, los guardan como si escondieran un tesoro. Hay gatos que huyen en la madrugada para cazar gorriones; hay otros que no salen, pero sueñan, con la misma intensidad, que han atrapado una luciérnaga. Sin embargo y para concluir, hay gatos que, pese a la nostalgia, no roban zapatos; prefieren robar botas.
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