jueves, abril 21, 2005

H con h guitarra

Ay, dices que no me quieres
porque tengo aquí un chipote;
porque tengo aquí un chipote,
ay, dices que no me quieres.


Son Jarocho

En la sombra de un papayo tengo amarrada mi suerte. Amarré un armadillo y un ladrillo; una pera. H con h halcón y calcomanía, carta rara la mía que no canta, pero es tía de varias cartas anteriores a la lluvia, antediluvianas. Con canas y con ganas de bailar en las azoteas del vecindario. papayo o papa(ga)yo.
Dan las ocho en esta carta, son las doce en la Habana. Cantamos. ¿Qué hora es en Bogotá?, a qué hora llueve cuando llueve en París. Sí. Vengo a mis horas del día, desayunamos, nos morimos y amarramos nuestra sombra en un papayo. Qué estoy diciendo, ja, me río en mis palabras; sí, también me divierto e hiberno. Dan las ocho, dan las nueve, bonita la flor que los niños regalan a los muertos. Regálame un trineo, una papa, un moscardón; un velero. Alguien dirá que esta carta no dice, cierto, no dice pero canta. Es más, esta carta ahuyenta los mosquitos. Me río. Es más, a esta carta se la comió una iguana y una rana sin historia. Camotes de los trenes y los cocos atropellados en invierno. Basta, mejor pongámosle seriedad al asunto. En realidad no tengo a quién escribirle una carta. Tiene razón un visitante. Debería hablar de mí, aunque, no sé, mi vida es tan simple que prefiero hablar de los demás, quienes, considero, hacen más cosas importantes por el mundo.
Mis amigos, por ejemplo, no quieren comprar mi libro, dicen que es muy caro, prometen comprarlo alguna vez, pero en verdad lo dudo. Por qué tengo amigos tan macanas, Escribí ese mismo libro para una mujer que alguna vez quise con toda mi vida, pero que por razones que todavía desconozco se fue. Hay una frase que lo resume, considero: No puedes amar a quien no quiere ser amado. Ja, qué profundidad de pensamiento; oh, loor a los tomates poéticos que no dice Rodrígo González en sus rolas. El domingo la veo, por cierto. Quizá sea doloroso, tengo miedo de enfrentarme a sus ojos azules. La invitaré a caminar La marcha del silencio (por aquello del desafuero) para evitar las palabras, qué cobarde. Luego pondré algunos textos de ese libro a consideración del respetable. Mi vida es un desmadre por el momento, no hay tiempo para hacer muchas cosas; casi nunca hay tiempo para venir a este lugar a confesar pecados. Pero escribo acerca de Morábito, escribo acerca de trenes y me entretengo en desayunos con amigos que no llegan porque no les avisaron. En fin, qué digo si no digo nada cuando escribo; prefiero dedicarme a observar a mi vecina, la ventana de su cuarto está precisamente enfrente de la mía. Se ha arrancado una sudadera, sus senos nos hablan de un lugar tranquilo. La mala noticia es que su marido la espera en la cama. Han apagado la luz y sería ocioso imaginar lo que ahí ocurre. Corrijo, no sería ocioso, quizá sea trabajo para la imaginación, para el silencio. Mañana les contaré a mis alumnos acerca de mi vecina. Ahora bien, en virtud de que estoy diciendo nada, póngase a hacer algo más interesante e inteligente que estar leyendo estas palabras. Hasta siempre.
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