lunes, octubre 03, 2005

aunque no es viernes



Los viernes no se construyen puentes, ni veleros. Más bien, la gente se entretiene en el tráfico; pensaba, por ejemplo, en esa consideración de Julio Cortázar, quien se preguntaba –al hacer un comentario de su texto “Autopista del sur”-- cómo es que un artefacto como los automóviles, que fueron inventados para moverse, permanecían varados en el tráfico; qué contraste, decía, qué paradójico y qué absurdo.
Los viernes, por ejemplo, la gente compra más helados, se detiene más en los parques; esto es obvio porque, para la mayoría, empieza el descanso. Para mí no, sigo el ritmo habitual de la semana. Mi vecina se despierta y pone su radio a todo volumen, escucha canciones que he aprendido a cantar a las siete de la mañana. A veces escribo con esa misma música, es como si ese ritmo hubiera penetrado estas palabras y ellas sólo siguieran el orden que sugiere esa música.
Despierto a las siete justo cuando la primera canción, a veces me resisto un poco; a veces, incluso, llega a hartarme, pero siempre me levanto de la cama, reconozco el campo minado donde me despierto y abro las cortinas. ¿Sabrá mi vecina que me despierta? ¿Sabrá que sé de memoria las palabras con que despierta a sus hijos para arrancarlos de la cama?
Los vienes no hay niños jugando a la pelota, quizá se han escapado de la ciudad, quizá, como yo, caminan sin rumbo por una avenida, indiferentes al tráfico, indiferentes a la música que los despierta en las mañanas. Los vienes no hay soldados que regresen a su casa, enfermos, cansados. Los viernes, en realidad, tampoco escribo, sólo me divierto pensando que yo soy el personaje de mis cartas, que me observo, desde una butaca y me miro, me divierto contando los pasos que doy cuando pienso el renglón siguiente.
Pienso en esos magos que buscaban un lugar para dormir, esa historia la leí cuando era niño; pienso en ellos mientras sigo caminando, no sé qué busco, quizá huyo del tráfico, quizá busco un lugar donde pueda platicar contigo. Me detengo en esta esquina, espero el verde que me invite nuevamente a caminar. A lo mejor sigo la ruta del día anterior, a lo mejor caminar es mi manera de seguir respirando; o quizá, como “El huidor”, empiezo una carrera para escapar de lo que lastima; quizá, como él, busco una ruta que me lleve hacia un lugar donde la lluvia sea algo constante.
El semáforo está en verde pero los automóviles siguen pasando, la suya es una prisa distinta a la mía; los automovilistas intentan llegar a otro lugar, yo sólo quiero cruzar la calle para seguir caminando. Hasta siempre.
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