Carta sin Mariana
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París, Francia, 14 de mayo de 2005.
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Chatelet, Mariana, es una plaza por donde nunca caminamos. Creo que en ese lugar perdí una moneda, regresé a buscarla pero ya no estaba. Después me metí a un café para escribirte esta carta, para pedirle a la mesera un café y un lugar para no escuchar tu risa.
Pese a lo anterior, ella traerá algo que hable de ti ahora que son las once de la mañana. Me enfrento a tu ausencia y guardo las postales que nunca podré darte. Le dije a mis alumnos que llovería, creo que les mentí; hoy no lloverá, tampoco vendrás a verme, o a preguntarme por la moneda que he perdido tres calles más arriba. Diré a mis alumnos que me perdonen la equivocación, diré a los vagabundos que me esperen sentados en sus risas.
No soy, Mariana, en esta ciudad, un vagabundo, pero intento caminar hacia un lugar en donde faltas. Me detengo en las esquinas, busco un lugar para decirte algo acerca del frío. He renunciado a buscar las monedas que he perdido; he renunciado a pensarte en los lugares donde hablan de cumpleaños. Espérame en los festejos donde se celebre un beso. Espérame en los juicios donde perdonen a los que han robado un libro, una botella de whisky o una cama; habla de mi a los curas que reparten el cielo en las esquinas.
Sin prisas, me regreso para encontrar no ya una moneda, sino un barco; me regreso por si me esperas frente a Chatelet para ir a tomar un café, tres calles más abajo.
En París me he aficionado a las caminatas, compro pan en un lugar pequeño donde atiende una señora de ojos verdes; aunque sé que me hace falta comprarme unos zapatos, prefiero ahorrar para comprarme un velero. Aunque llueve todos los días desde que estoy aquí, prefiero hablarte de los trenes y de los árboles gigantes que recuerdo en la casa de mi infancia.
Me hace falta, también, conversar con mi vecina, ella sueña con ligarse a Mel Gibson; yo sueño un viaje a Borneo y el ruido de los gatos que caminaban mi azotea. Chatelet, Mariana, es un lugar que tiene algo de tu cuerpo, algo de tu risa, algo de las lámparas que enciendes cuando estás dormida. Un día te hablaré de las mujeres que ríen en las mesas vecinas, o de los alumnos que preguntan por el clima; mientras tanto piensa, por mí, en las hormigas y perdona mi tristeza.
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Chatelet, Mariana, es una plaza por donde nunca caminamos. Creo que en ese lugar perdí una moneda, regresé a buscarla pero ya no estaba. Después me metí a un café para escribirte esta carta, para pedirle a la mesera un café y un lugar para no escuchar tu risa.
Pese a lo anterior, ella traerá algo que hable de ti ahora que son las once de la mañana. Me enfrento a tu ausencia y guardo las postales que nunca podré darte. Le dije a mis alumnos que llovería, creo que les mentí; hoy no lloverá, tampoco vendrás a verme, o a preguntarme por la moneda que he perdido tres calles más arriba. Diré a mis alumnos que me perdonen la equivocación, diré a los vagabundos que me esperen sentados en sus risas.
No soy, Mariana, en esta ciudad, un vagabundo, pero intento caminar hacia un lugar en donde faltas. Me detengo en las esquinas, busco un lugar para decirte algo acerca del frío. He renunciado a buscar las monedas que he perdido; he renunciado a pensarte en los lugares donde hablan de cumpleaños. Espérame en los festejos donde se celebre un beso. Espérame en los juicios donde perdonen a los que han robado un libro, una botella de whisky o una cama; habla de mi a los curas que reparten el cielo en las esquinas.
Sin prisas, me regreso para encontrar no ya una moneda, sino un barco; me regreso por si me esperas frente a Chatelet para ir a tomar un café, tres calles más abajo.
En París me he aficionado a las caminatas, compro pan en un lugar pequeño donde atiende una señora de ojos verdes; aunque sé que me hace falta comprarme unos zapatos, prefiero ahorrar para comprarme un velero. Aunque llueve todos los días desde que estoy aquí, prefiero hablarte de los trenes y de los árboles gigantes que recuerdo en la casa de mi infancia.
Me hace falta, también, conversar con mi vecina, ella sueña con ligarse a Mel Gibson; yo sueño un viaje a Borneo y el ruido de los gatos que caminaban mi azotea. Chatelet, Mariana, es un lugar que tiene algo de tu cuerpo, algo de tu risa, algo de las lámparas que enciendes cuando estás dormida. Un día te hablaré de las mujeres que ríen en las mesas vecinas, o de los alumnos que preguntan por el clima; mientras tanto piensa, por mí, en las hormigas y perdona mi tristeza.
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é
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3 Comments:
hola
me encanto el blog y tus palabras son muy lindas.
lo visitare siempre.;)
me gustaria poner el link de tu blog en el mio, si te parece bien dime algo.
espero tu visita. :)
gracias por las palabras; Margarita, las guardo con agrado. Agradezco también lo del link, es un gran detalle. Y ya me callo porque he dicho grande agradezco agrado y gran, sólo me falta escribir grano y desgrana para alimentar mi comenario. Ciao.
Perdón, yo dije Margarita y es Margarida. Adoro mi lucidez, ja será, como menciona Álvaro de Campos que: "Estou hoje lúcido, como se estiviesse para morrer"; aunque, me quedo con otra parte de se poema, más acorde a mi silencio: "Estou hoje vencido, como se soubesse a verdade". Un abrazo hasta Portugal, Margarida, su blog es una belleza. Hasta siempre.
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