Instrucciones para cruzar la calle
Hoy no he comido mazapanes y he perdido a mi caballo. Mis amigos, o los que se dicen mis amigos se han enojado conmigo porque les envío mensajes pendejos a su celular. Ellos no lo saben, tú sí: Escribir es esta pequeña manera que tengo de defenderme del frío.
También te escribo porque, aunque no lo creas extraño el calor del desierto, extraño la mirada del gato Julio y su aprobación para mis textos, creo que a él sí le podría enviar mensajes a su teléfono sin que me responda con despedidas altaneras. Háblame de Julio, pregúntale acerca del caballo que he perdido en mis sueños, pregúntale de Swan, pregúntale de los amigos que prefieren mensajes de diez palabras que empecen con "güey " o "neta" o cosas parecidas:
Escribo (güey) porque (güey) llueve (güey), te lo he dicho (güey), y no es que la lluvia (güey) mencione algo (güey) de tu cuerpo (güey), más bien (güey) es mi tristeza (güey) y un campo de algodón (güey) que un niño ha dibujado en mi cuaderno (güey).
Extraño ir al ciber café que está frente al S-mart, aquel que tenía teclado en inglés; tenía que caminar diez cuadras bajo el sol pero no importaba, todo valía para convencerme de que nadie se había acordado de escribirme.
Pero aunque nadie me haya escrito hoy, he llenado los buzones de las casas vecinas con cartas para ti. He llenado los buzones con botellas y caracoles; me he llenado las manos con silencio para escribirte una canción de cuna. Escribo, lo sabes, porque son las ocho y media de la noche, porque los trenes no traen noticias de tu cuerpo y escucho tu voz en los noticiarios que hablan acerca del clima. Enciende la radio, enciende el ventilador para que podamos soñar estuarios, relámpagos, ventanas y escaleras. Escribo para hablar de ti con las hormigas, escribo para contarte del abismo que crece cuando faltas.
Arquitecto de una ciudad destruida, te espero con la paciencia de los panes, te espero con la tristeza más triste de los jardines que mueren en invierno.
Escribes la bendición de las esferas (aunque, en realidad no sepa qué chingados quise decir con eso), te despides de los amigos moviendo una mano entre la niebla (lo confirmo, no es mi día). Marzo es en tu piel una estación donde nos esperan nuestros padres, vuelve a la ventana y encuentra países en un mapa escrito por ahogados: riega girasoles en tu sueño (esto último no estuvo tan mal).
Escribe, por ejemplo, que una película te contagió tristeza y los vecinos te cuestionan acerca de la salud de los rebaños. Escribe, como yo, porque estás triste y escribir es una manera de repartir abrazos a los amigos que no tienes.
Sube conmigo al tren, sigamos el camino hasta encontrar tu nombre en un pueblo lejano. Bajemos para comprar flores y enviar postales del frío. Esperemos frente a una tienda de disfraces a quien nunca llegará, y platiquemos largamente de los amigos que preferirían encerrarnos en una clínica, antes que escucharnos hablar de una lluvia de estrellas.
Dame una palabra para despertar a las abejas. Hasta siempre.
También te escribo porque, aunque no lo creas extraño el calor del desierto, extraño la mirada del gato Julio y su aprobación para mis textos, creo que a él sí le podría enviar mensajes a su teléfono sin que me responda con despedidas altaneras. Háblame de Julio, pregúntale acerca del caballo que he perdido en mis sueños, pregúntale de Swan, pregúntale de los amigos que prefieren mensajes de diez palabras que empecen con "güey " o "neta" o cosas parecidas:
Escribo (güey) porque (güey) llueve (güey), te lo he dicho (güey), y no es que la lluvia (güey) mencione algo (güey) de tu cuerpo (güey), más bien (güey) es mi tristeza (güey) y un campo de algodón (güey) que un niño ha dibujado en mi cuaderno (güey).
Extraño ir al ciber café que está frente al S-mart, aquel que tenía teclado en inglés; tenía que caminar diez cuadras bajo el sol pero no importaba, todo valía para convencerme de que nadie se había acordado de escribirme.
Pero aunque nadie me haya escrito hoy, he llenado los buzones de las casas vecinas con cartas para ti. He llenado los buzones con botellas y caracoles; me he llenado las manos con silencio para escribirte una canción de cuna. Escribo, lo sabes, porque son las ocho y media de la noche, porque los trenes no traen noticias de tu cuerpo y escucho tu voz en los noticiarios que hablan acerca del clima. Enciende la radio, enciende el ventilador para que podamos soñar estuarios, relámpagos, ventanas y escaleras. Escribo para hablar de ti con las hormigas, escribo para contarte del abismo que crece cuando faltas.
Arquitecto de una ciudad destruida, te espero con la paciencia de los panes, te espero con la tristeza más triste de los jardines que mueren en invierno.
Escribes la bendición de las esferas (aunque, en realidad no sepa qué chingados quise decir con eso), te despides de los amigos moviendo una mano entre la niebla (lo confirmo, no es mi día). Marzo es en tu piel una estación donde nos esperan nuestros padres, vuelve a la ventana y encuentra países en un mapa escrito por ahogados: riega girasoles en tu sueño (esto último no estuvo tan mal).
Escribe, por ejemplo, que una película te contagió tristeza y los vecinos te cuestionan acerca de la salud de los rebaños. Escribe, como yo, porque estás triste y escribir es una manera de repartir abrazos a los amigos que no tienes.
Sube conmigo al tren, sigamos el camino hasta encontrar tu nombre en un pueblo lejano. Bajemos para comprar flores y enviar postales del frío. Esperemos frente a una tienda de disfraces a quien nunca llegará, y platiquemos largamente de los amigos que preferirían encerrarnos en una clínica, antes que escucharnos hablar de una lluvia de estrellas.
Dame una palabra para despertar a las abejas. Hasta siempre.
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