martes, junio 07, 2005

ovejero


Mi hermana guardó temprano su rebaño, hoy lloverá. Obediente el ovejero nos espera junto a un barco en el desierto. Huele a menta en las canciones de mi madre. Nadie me invita a nadar en el río; aunque, lo acepto, no sé nadar, pero podría mirarlos desde la orilla; podría cuidar las truchas que atrapen, podría reírme, con ellos, porque alguien ha perdido su reloj en la corriente. Nunca seré como mi padre, no tendría el valor de subir a los edificios más altos para limpiar los cristales. No aceptaría un árbol de limones como recompensa a una tarde de trabajo. Me falta su valor, pero a él le hace falta mi tristeza.
Esta calle es una ruina cuando los niños duermen.
Es domingo, es como hubieran encerrado a los niños en la iglesia. Yo imagino este mensaje para que pases mejor la noche en la clínica, con enfermos que tosen en las camas cercanas, imagino este mensaje como una manera de despertar contigo; como una tormenta para despertar espantapájaros. Los enfermos, en el patio, planean robar las bicicletas de todo el vecindario.
Mi hermana hizo pan de elote y ahora nos grita desde su ventana para repartirlo. Mi hermana no está enferma, pero tiene un ovejero algo viejo que olvida ladrar los domingos; un día nos dirá su testamento, nos dejará sus ladridos para enterrarlos en el bosque; nos dejará sus caminatas hacia el frío. Mi hermana tiene un ovejero que se esconde de la niebla.
Escribo barcos, escribo casas, dibujo ciudades en tu cuerpo. Me concentro en los establos, detallo cada rincón, cada centímetro de olvido. Escribo calles, puentes, edificios, escribo plátanos y gritos; me detengo en los puentes peatonales, me detengo en tu respiración, platico con tus manos; construyo un observatorio, con mi lengua, en tu cadera, Liliana.
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