carta
Querida Liliana:
Pronto lloverá, lo mejor será subir a la azotea para guardar la ropa y todo aquello que pudiera mojarse; se me ocurre, también, que deberíamos guardar los árboles y los puestos de periódico, los pasos de la gente, su risa; y tal vez a la gente misma podríamos acomodarla en la casa, quizás en la sala para que estén cómodos; podemos meter a otros en el baño.
Habrá que guardar a los perros callejeros, a los pájaros, a los niños y sus bicicletas. Estaría bien que guardáramos las bancas de los parques y los teléfonos, hay que guardar las sombrillas y los coches; algunos edificios, los que quepan, bien acomodados pueden permanecer en la cocina.
Guardemos los zapatos y los semáforos en verde, las esquinas, los puentes peatonales, las ventanas y, si quieres, podemos guardar la tormenta misma. Hasta siempre.
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