miércoles, julio 13, 2005

hormigas

La abuela nos mandaba a cortar flores el día de los muertos grandes. Íbamos a donde la ceiba; por ahí, además de un hormiguero, crecían las flores que podíamos cortar. Algunas veces nos cruzábamos con los tíos muertos que regresaban a la casa de la abuela. Nos saludaban y, si les alcanzaba el tiempo, nos acompañaban a cortar las flores que pondríamos en la mesa y en sus tumbas; uno de ellos, el más cansado, regresaba en su caballo y siempre estaba hablando de la lluvia.
La abuela cocinaba pan en el horno que yo siempre creí un escondite, también hacía dulces de leche; recuerdo esto porque al regresar del camposanto, nuestro premio era comer de la olla donde había cocinado la pasta para el dulce.
Hoy nadie vino a visitarme, tampoco sonó el teléfono y mucho menos regresé del camposanto. La nube de niebla sólo crece en mis palabras. Tampoco es viernes; en el noticiario sólo hablan de un lugar en otro país donde no ha dejado de llover desde diciembre. No es día de muertos, los tíos pueden esperar, en su descanso, a que un olor de pan los guíe a la mesa de la casa grande.
Hoy la olla fue para mí solo, hice dulces de leche para los muertos que no vendrán; es media noche, pensaba en la casa de la abuela, en el horno de pan que usaba de escondite; escribo desde ahí, pero estoy salpicado de azúcar, de un momento a otro vendrán las hormigas a comerme.
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é
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4 Comments:

Blogger Enigma said...

A final de cuenta, de manera silente estan por todos lados...

Buen relato.

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

12:41 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Quiero pensar que cuando uno muere, deja de desear reconocimiento.......... pero quien sabe!

1:09 p.m.  
Blogger Margarida V said...

pase por aqui para desearte una buena semana y que te la pases muy bien .:)

5:17 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Comparto el "escondite", me hiciste recordar mi infancia. gracias

4:22 p.m.  

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