hormigas
La abuela nos mandaba a cortar flores el día de los muertos grandes. Íbamos a donde la ceiba; por ahí, además de un hormiguero, crecían las flores que podíamos cortar. Algunas veces nos cruzábamos con los tíos muertos que regresaban a la casa de la abuela. Nos saludaban y, si les alcanzaba el tiempo, nos acompañaban a cortar las flores que pondríamos en la mesa y en sus tumbas; uno de ellos, el más cansado, regresaba en su caballo y siempre estaba hablando de la lluvia.
La abuela cocinaba pan en el horno que yo siempre creí un escondite, también hacía dulces de leche; recuerdo esto porque al regresar del camposanto, nuestro premio era comer de la olla donde había cocinado la pasta para el dulce.
Hoy nadie vino a visitarme, tampoco sonó el teléfono y mucho menos regresé del camposanto. La nube de niebla sólo crece en mis palabras. Tampoco es viernes; en el noticiario sólo hablan de un lugar en otro país donde no ha dejado de llover desde diciembre. No es día de muertos, los tíos pueden esperar, en su descanso, a que un olor de pan los guíe a la mesa de la casa grande.
Hoy la olla fue para mí solo, hice dulces de leche para los muertos que no vendrán; es media noche, pensaba en la casa de la abuela, en el horno de pan que usaba de escondite; escribo desde ahí, pero estoy salpicado de azúcar, de un momento a otro vendrán las hormigas a comerme.
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é
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4 Comments:
A final de cuenta, de manera silente estan por todos lados...
Buen relato.
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Quiero pensar que cuando uno muere, deja de desear reconocimiento.......... pero quien sabe!
pase por aqui para desearte una buena semana y que te la pases muy bien .:)
Comparto el "escondite", me hiciste recordar mi infancia. gracias
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