viernes, julio 01, 2005

sin título, sin asunto, sin trabajo, sin yaya, y sin rebaño y medio podrido a causa de la ausencia

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Pensaba, señora, en una carta que pudiera hablarle de ventanas. Pensaba, señora, en una carta que pudiera hablarle de mi piel que le pertenece; pensaba también en Bogotá, en los puentes peatonales, en las cartas en que me cuenta cosas de su infancia y de su muerte; cartas en que me habla de la ciudad que se esconde en su espalda.
Hoy me despidieron del trabajo, gasté mi último sueldo en un regalo para usted, también compré comida para el perro y una cartera nueva. Absurdo, señora, compré una cartera para el dinero que no tendré en los próximos días. Absurdo, señora, compré un regalo para usted, a sabiendas de que nunca vendrá por él.
He dilapidado mis pájaros, señora, he dilapidado mis días y las monedas que no tengo; pregunto en los mercados si usted me espera en una ciudad llena de marineros ebrios.
La tarde, señora, es un lugar al que regreso para pensar en su silencio, para escribir de usted mientras escucho las risas de los niños, para dibujarla junto a los barcos.
Despierto en los cuadernos, señora, a media noche, cuando todavía falta un rato para la mañana; entonces me levanto de la cama para contar historias a los enfermos; escribo su nombre en las lámparas y en las puertas. Muero de sed en sus rodillas, juego a ser fantasma en sus ojos azules, señora.
Un día, señora, ya no seré barco, ya no seré un mapa que oriente su respiración hacia un pozo de agua. Y se lo advierto encaradamente: un día ya no seré gigante en la ciudad que cuentan sus canciones.
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é

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sin dama Y sin trabajo?

D e m a s i a d o !

7:27 a.m.  

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