Bach - Overture No. 3
No tengo una casa para ti; mucho menos un bosque interminable, lleno de gritos y de niños. Mi madre me grita desde un puente, mi madre que no recuerda su nombre me grita desde un lugar donde llueve, desde un mundo oscuro donde ha olvidado todo, hasta las llaves para cerrar el cuarto de su ausencia. No sabe los nombres de las frutas, no sabe si es viernes o domingo, no sabe lo que ocurre en esta calle; mucho menos imagina que llueve en esta carta. A veces me dibuja entre girasoles, a veces imagina que yo soy el que ha muerto, que ella asiste a mi funeral y me llora; elige una fecha para mi lápida, me regala un beso y vuelve a su silencio. No tengo una casa, he perdido mis monedas y espero una carta tuya, también, por si fuera poco. Como si no estuviera lo suficientemente podrido, espero, sentado aquí, una mirada tuya hacia este sitio, a este lugar en donde faltas. Un lugar donde te gritan los mendigos, donde te saben, dicen que un día aparecerás entre las calles para regalarles frutas. Mi madre ya no tiene amigos, los imagina, los dibuja en sus cuadernos; si los tuviera, seguramente, les pondría nombres distintos todos los días. Mi madre me grita desde un taxi, me habla de un lugar para dormir. Llueve en las canciones, llueve en los muebles, en las llaves de esta casa que no tengo para ti. Ella es indiferente al dolor, al tic tac del reloj; es indiferente a todas esas cosas que uno recuerda al abordar el autobús. Espero una palabra tuya, platico de ti en todos los lugares; los sastres estornudan contigo cuando estás enferma. Olvido si estoy llorando o me contengo, si tengo zapatos o si está nublado; olvido si esta carta es para ti, o si es para mi madre que está orando junto a la ventana; espera a los amigos que no tiene; espera que alguien le traiga noticias de los barcos que se fueron sin llevarla. Hasta siempre.
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