martes, diciembre 26, 2006

carta diciembre tres

Porque no hay en lo que callas ningún indicio de tormenta y a veces, sólo a veces, me detengo a observar a los perros que duermen afuera de los bancos, mientras la gente hace fila, mientras los guardias de seguridad auscultan el paisaje, mientras la tarde nace en los estacionamientos y en los patios.
Colecciona los relámpagos y escribe de un lugar para sentarse a tomar el desayuno. Alivia a marineros que regresan de largos viajes, escucha sus historias y acepta los regalos que han traído de otras tierras; enfermos y en silencio, convence a carpinteros de escuchar tus oraciones. Dibuja en los espejos un camino, una madrugada llena de niños en los parques, luego, si quieres, regresaremos a casa.
Ahora imagino esta carta para ti, sin mayores consecuencias, sin otra idea que escribir tu nombre, tus pies, o encontrar un mapa en tus rodillas. Despierta con los barcos que nos ofrecen su descanso, alivia a los rebaños que duermen con tu cuerpo. En los pasos que podemos dar para encontrar un circo, en las ventanas que podemos abrir para escapar a otras ciudades. Hasta siempre.

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