jueves, julio 15, 2004

 
No, ya no escribo, ahora me dedico a contar la arena que crece en este cuarto. No sé cuándo comenzó, pero este cuarto empezó a llenarse de tristeza. Todo empezó como una pequeña herida en la pared, la enfermedad fue progresando y lo que se desmoronaba de la pared, empezó a llenar este cuarto de silencio. En ese entonces decidí que la enfermedad no debía contagiar otros rincones o momentos. Pero no fue así, la arena que nacía de las paredes se hacía cada vez más difícil de barrer y de quitar de los muebles, estos últimos, contagiados por la ruina, empezaron a perder sus posiciones, se entregaron al naufragio. Sí, ya no escribo y todo a causa del desvelo que me produce observar cómo se pudren mis manos y mi cuerpo. Es lamentable el estado y no podría referirlo con palabras. Sí, ya no escribo y ahora en lugar de leer me dedico a apuntalar las paredes con muebles que he desarmado. Utilizo lo que queda, incluso mi cuerpo, para protegerme del vacío. Los muebles son nobles y cuando han muerto donan sus despojos a la causa triste que es este intento de salvación. Intentaré que todo ande mejor, pero no prometo nada. Las cartas que llegan son el único alivio a tanta nostalgia. Cuando alguien me ha escrito, por ejemplo: "Édgar, escríbeme una carta, háblame de la ciudad que construiste en tu infancia, dime, platica conmigo de tu miedo a los relámpagos", esas palabras se convierten en el mástil derribado que puede conducirme a la mañana. Por eso a veces hablo con el tiempo ahogado en los labios, por eso a veces hablo con las palabras que alguien me presta para sobrevivir. Y no es que quiera sólo enviar cartas que me agregan segundos a la historia perdida en que se ha convertido esta casa, es que sólo eso persiste al final, cuando han caído las paredes, cuando los libros han cumplido su función para sostener la cama o para aliviar los puentes que conectan la música con las ventanas.
Sí, ya no escribo pero percibo una tormenta cuando leo: "Escribe, una vez más, de lo que piensas cuando estás junto a mi cuerpo; junto a mi piel que te pertenece como a un mapa". Ya no escribo porque encuentro en estas palabras, que la única razón para sobrevivir,

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