miércoles, junio 30, 2004

Carta sin respuesta para caminar el desierto

Hoy no tengo amigos para marcar su número, hoy no tengo amigos para hablarles de misiones espaciales; para contarles que el desierto es cruel con los que nacimos un día de tormenta. Hoy no tengo amigos para emborracharme, para cantar con ellos canciones por las mujeres que ahora despiertan en otra frontera. Hoy no tengo amigos que me escriban desde la Ciudad de México, cartas que hablen de la lluvia o de tranvías que dibujan rutas en la niebla. Yo quiero un pájaro que cante con mis sueños, yo quiero una piedra para amenazar al miedo; yo quiero una escalera para escapar de este día.

Hoy no es el camino y sueño. Invento en este papel la medicina para no morir en el desierto. Y sueño en los rebaños que han perdido la última oportunidad para escapar de la vista del ovejero, pienso los establos incendiados; en los niños que despedían a su padre mientras el enterrador fumaba el último cigarro del día.

Pienso en tu piel, pienso en las mujeres de ojos verdes que han encontrado en mis manos un descanso. Pienso en los viajes que nunca he hecho, pienso en el temporal que mató las vacas de mi abuelo hace ya muchos años.

Escucho las canciones con las que lloraría mi padre y pienso en el invierno. Yo quiero ir a Bogotá por un abrazo de Liliana, yo quiero dejar de llorar y de escribir esta carta en que no escucho campanarios. Enciende la noche con luciérnagas, enciende mi piel con un beso o dibuja en una servilleta la ruta hacia Far West. Dime que has visto documentales en el Discovery Channel y has pensado en mis pesadillas. Volvamos al S-Mart para comprar el desayuno, paguemos con dólares por la tristeza que siempre hemos padecido.

Escríbeme desde París, desde Bogotá o desde el lugar en que te encuentres y cuéntame que sacaste a pasear al perro, que se pinchó un neumático y que lloraste largamente porque no estoy ahí para decirte que todo andará bien.

Espérame frente a José Martí en el metro Hidalgo, llegaré un poco retrazado a causa de la lluvia. Y porque yo no sabría qué decirte aunque los espantapájaros bajaran para llenarse la boca con hormigas.

Vuelve al patio de la escuela, construye un avioncito de papel, escribe la temperatura ambiente en sus alas y lánzalo hacia la calle para que un transeúnte lo encuentre y sepa si elegir una bufanda o caminar desnudo por las calles. Ríe, piensa en la felicidad de los cumpleaños, piensa la fecha probable de mi muerte. Piensa en mí que te necesito como un barco. Piensa en mí, como ahora yo pienso en unas flores que se pudrieron en Chihuahua.
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