martes, noviembre 08, 2005

carta

/ Los vendedores en la calle gritan con tu voz, ofrecen sus productos con tu risa. / Prefiero los viernes a los martes, ya que hace menos frío y, en ocasiones, me visitas. / Los autobuses donde vendemos algo de agua para los que viajan, los que regresan y los que huyen del escándalo y la gloria. / Escapamos, nosotros, también, de las tormentas. / Nos movemos con la arena en los desiertos. / Reconocemos a los espantapájaros a lo lejos. / Te detienes para observar lo que sucede; y ofreces a los náufragos tu nombre. / Alguien dice algo de los sábados. / Mañana iremos donde nos regalan monedas por cada mina encontrada; no importa que Heinker haya perdido una pierna. Buscamos minas para comprar alimentos, aunque los soldados nos amenacen con sus armas. /
Los vendedores en la calle ofrecen tu silencio. Observamos a los pescadores que regresan con el pan y la sal de los ahogados. Mi vecina me pregunta si tengo un desarmador para abrir su ventana; no es novedad, siempre pierde las llaves. A veces, cuando me rasuro, toca mi puerta para pedirme que la ayude. Yo, que no tengo mucho qué rasurar, me apresuro para socorrerla. Pensaba en una taza de te después de 64 páginas, pensaba en una hamaca en una finca cerca de Pereira. Pensaba en ti, e imaginaba a vendedores que decían algo de tu ausencia; en la radio, las canciones dicen que a la tuza le dio mal de corazón; y a mí me ha dado mal de ausencia sin tu cuerpo. Pensaba en una carta, en una buena frase para agregarla a mis conclusiones. Pensaba en el color de tus ojos cuando llueve, sólo eso, Liliana, nada más. Hasta siempre.
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é
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2 Comments:

Blogger Margarida V said...

me encantan tus palabras.

5:57 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Siempre es un gusto leer lo que escribes.
Saludos
Caro

10:00 a.m.  

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