tristessa
Oh! Je t´aimais comme... un lézard qui pèle
Aime le rayon qui cuit son sommeil...
Tristan Corbière
Este año no adornaremos la casa para Navidad, creo que la ausencia será la mejor forma de quedarnos callados. Caroll regresó del mar y me trajo una piedra de regalo; me pide que no la extrañe, pues dice que no hay motivos para ponerse triste cuando alguien se va de tu vida. Pienso en las canciones donde los perros duermen, en los poemas que un aeroplano dibuja en el cielo cuando intento concentrarme. En la radio de algún departamento vecino, anuncian que a La Tuza le dio mal de corazón; yo anuncio, desde ahora, que no tengo a quien escribirle cartas, que quizá este papel es para mí; que yo lo espero, con paciencia, para entretenerme en las palabras que alguien me cuenta cuando es jueves. Quizá me quedaré, como ese personaje de Galeano, esperando las cartas que alguien me robó en otro tiempo, en otra vida; y las recibiré, para felicidad mía, para enterarme que alguien piensa en mí y se preocupa por si estoy bien resguardado del frío, si he comido, o si he comprado una bicicleta para acercarme al mar. Y los amigos se van a Francia y yo sólo puedo pedirles que me traigan las obras completas de Nerval, o una piedra, una hoja de plátano de Jardin du Luxembourg; si es que hay hojas de plátano en dicho lugar. Supongo que no será una Navidad amable, no será todo lo que se planeó durante el año porque, aunque no lo consignan en los mapas, Bogotá, Colombia, se alejó muchos kilómetros de este lugar, en las últimas semanas. Hasta siempre.
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