miércoles, agosto 08, 2007

sin título

[...] estaba leyendo acerca de una planta muy hermosa que era endémica* de México: Mexipedium xerophyticum. Es una orquídea que hasta hace dos horas y cinco minutos, nunca había visto; encontré a alguien que la vendía, pero cuando lo contacté dijo que ya viajaba vía Fedex con su nuevo dueño; ahora, según las leyendas urbanas, podemos esperar hasta el año próximo cuando el orquideario río verde la venda, pues apenas la tiene germinada en frascos. La sorpresa es mayor cuando encuentro que dicha planta se vende en estados unidos (las minúsculas son a propósito) y hasta alguien la expuso no hace mucho tiempo en Alemania en una asociación de orquideófilos.

Cuando alguien descubre una orquidea, o cualquier otra planta nueva, siempre lleva el apellido del descubridor; en este caso un biólogo mexicano la descubrió junto con otros dos personajes, de ahí que lleve los tres apellidos de éstos, sus padres: Soto Arenas, Salazar y Hágsater.

Te cuento todo esto porque llueve y tengo frío,** también porque en la calle suena a todo volumen el bombón asesino. Más bien, debe ser en la casa de enfrente, pues siempre bailan cuando llueve, es como su pacífica manera de invocar la lluvia. Solamente que la lluvia no cae con ritmo de cumbia. Pensaba, también en mis dedos llenos de cemento y en el dolor de cabeza que me quedó después de pegar un billete de doscientos pesos que me dieron roto en el banco.

La planta de la que hablaba anteriormente, citando a uno de sus descubridores: Soto Arenas, es probable que ya no exista en su hábitat natural, pues esa zona se quemó, debido a las prácticas nada amables de deforestación. Tendríamos que ir a chismearlo, mi abuela dixit. Lo malo será cuando aparezcan los cuatreros armados con rifles y nos apunten para regañarnos por entrometidos. Entonces el gobierno dirá que está todo bien, que hay empleo para todos, sólo que somos flojos y no queremos trabajar en burger king.

Mi vecino canta y baila con piruetas próximas a su ventana. Un día de estos aterrizará en la calle, junto con la tormenta.

(Necesito, más bien, un barco para navegar a tu piel.)

Otros vecinos que no cantan canciones, prefieren reclamar los espacios para estacionarse. La lluvia, cierto, impide que su pelea termine en golpes, mientras otro vecino inmutable termina su baile con un paso acrobático.

Son las nueve diez, iré a ver qué noticias ha traído la lluvia; la semana pasada aterrizó un rin de no sé qué rodada en el patio. Quizá hoy, con suerte, haya caído el eje. Hasta siempre.

édgar mena

Notas:

* Endémica, queridos amigos, no es otra cosa que "exclusiva de un lugar", relativo a plantas y animales.

** Falacia peripatética del autor que, más bien, aún padecía los efectos del cemento uhu.
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