miércoles, septiembre 28, 2005

carta

Ahora tengo una piedra que se llama como tú, Liliana. Ahora quisiera salir a cantar a la avenida Madero, juntar algunas monedas para llamarte por teléfono. Caminar con los enfermos y leer en tu cuerpo la ruta de las migraciones. Enciende un cigarrillo mientras hablamos de las piedras que se llaman como tú, como tus ojos, como tus manos. Quiero dormir a tus pies, en un rincón de tu cuerpo como recompensa a mi esfuerzo en la cosecha. Huérfano de tus pasos, me consuelo cantando en las esquinas canciones que no tienen nada de alegría, tengo frío y te cuento cosas acerca de los soldados heridos que se consuelan pensando en tu cuerpo y la tormenta. Y tú viajas a un lugar donde apenas sé los nombres de las calles; deberías, mejor, viajar hasta este lugar en donde faltas, hasta este lugar donde los relojes anuncian la hora en que la gente entra a sus casas para dormir hasta las doce.
..........Es la hora en que tus ojos regresan a mi cuerpo, es la hora en que más te pienso y más te extraño, es la hora en que regresas y yo te espero en las estaciones de autobuses. Es la hora en que los soldados heridos regresan a su patria, es la hora en que los misiles descansan de arrasar con las ciudades, es la hora en que puedo asomarme por la ventana para buscar tu casa. Es la hora del desayuno en los países donde los pescadores nos recuerdan. No llores, piensa en las redes y en los barcos, mira cómo los faros sugieren la mejor ruta, mira cómo los niños esperan en la playa el regreso de sus padres.
..........Mira en los libros el descanso, mira entre sus letras un mejor lugar para tus manos. Pierde tus gestos en los mapas, en los trazos que sugieran un río, una voluptuosidad en medio del paisaje; piensa en las ventanas de mi casa, en las escaleras que nunca conducen hacia un mejor lugar. Mira en mis ojos el final de la guerra, mira en mis ojos cómo los heridos emergen de las ruinas para buscar agua y alimento. Piensa en mi cuerpo que te pertenece, en mis manos, en mis pies, en mis rodillas; piensa en una ruta para que camines junto a mí; y, sobre todo, piensa en esta carta que hoy, miércoles 28 de septiembre del 2005, escribí para ti. Hasta siempre.
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é
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martes, septiembre 27, 2005


Feliz cumpleaños, querida Arq.

sólo eso, Mónica, gracias por su compañía y sus palabras.

carta


Querida Arq.:

No hay niños que jueguen en la calle; aunque la frase sugiere un nunca, en realidad se refiere a esta mañana. Desperté y no había niños jugando en la calle. Tampoco hay niños cuando duermes, cuando cantas alguna canción. Por cierto, Leonard Cohen nos sugiere una idea para ser mejores, una idea para dibujar una barco con todo y capitán y tropa y polizón. Pero yo quiero un color gris en mis paredes, un color que me hable de otros lugares, de otros cuartos que habité en mi infancia; otros colores más cercanos al mar.
No hay casas en mis mapas, arquitecta, no dibujo ventanas, ni pasillos, ni siquiera una bicicleta recargada en un poste de luz. Tampoco he dibujado, nunca, una manzana; pero puedo decirle que la lluvia es una buena manera de decir adiós. Aunque Bob Dylan menciona que “adiós” es una palabra demasiado buena. Su idea se refiere a que uno simplemente debe irse, debe alejarse de aquello que hace daño. Es la supremacía de el amor propio sobre el amor que se puede sentir por alguien, es una sonrisa a la victoria. Ambos, por cierto, se corresponden; sin embargo, nunca dejan de ser dolorosos. De ahí que nos sugiera, por ejemplo:

All your seasick sailors, they are rowing home.
All your reindeer armies, are all going home.
The lover who just walked out your door
Has taken all his blankets from the floor.
The carpet, too, is moving under you
And it's all over now, Baby Blue.

Y sí, regresaremos a casa para apagar las luces, para cerrar las puertas, para decir algo sin palabras, para dibujar en las paredes otra historia, otra casa, otra ciudad. No hay tesoros en las plantas, no hay una ruta que lleve a los lugares donde sueñas.
Usted habla de una ciudad que no ha visitado, yo le hablo de las pequeñas cosas, de una abeja, de un país que crece entre sus manos. Hoy no hubo niños en las calles, desaparecieron todos, seguramente hay alguna promoción en algún sitio y entran los niños gratis; o, en el mejor de sus casos, se acercan a un lugar donde usted puede contarles historias. Deseo, con estas palabras, que usted tenga un hermoso día. Hasta siempre.
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é
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Epígrafe

Ay, para cuando me muera,
bien de mi vida, me llevas flores.

Son Jarocho

lunes, septiembre 26, 2005

verídico

Yo no puedo descansar
no tengo quién me despierte.

Emilio Prados

sábado, septiembre 24, 2005

sin respuesta clara

Hacía tantos meses que la idea del suicidio no me pasaba por la cabeza. ¿por qué ahora?
Fui a la tienda a comprar un medicamento para la garganta, gasté 50 pesos, compré una cajita de grapas para el cable del teléfono. No recuerdo algunos nombres de los amigos de la infancia. Hoy no recuerdo nada. Estoy solo. Hacía mucho tiempo que no pensaba en mi muerte.

viernes, septiembre 23, 2005

carta 111

para Mónica

No, arquitecta, la fiesta no es así. ¿Ha visto usted esa pintura que se llama "Viajero junto a un mar de niebla"?, pues yo estaba con la misma actitud de ese personaje; quizá por eso no le he llamado. Mis días, cierto, no han sido buenos, una vez que marqué su número pude contarle algo de lo que me entristecía. Para qué llamarla de nuevo si le voy a contar lo mismo, mejor me guardo unos días para poder contarle algo más feliz, ¿no lo cree usted así? Sabe, los niños de la calle hacen menos silencioso este mensaje; esta casa no tiene escaleras, salvo en el patio, es una escalera que lleva a otra casa; no es una escalera que nos lleve al mar, no es una escalera que nos lleve a otra ciudad, mucho menos a otro continente. Debería haber una escalera para salir de los hoyos en que nos encierra la tristeza.

Es doloroso que la gente mienta, arquitecta, quizá eso es lo que me ha lastimado, quizá eso es lo que me tiene mal, pero ya pasará, como le dije; habrá otros motivos para sonreír, habrá otros motivos para caminar tres cuadras y encontrar un teléfono disponible.

Quiero conducir un "Trescaballos" hasta otro país, hasta un lugar donde nadie me conozca, un lugar donde una mujer pueda venderme naranjas. Me alegra que usted haya podido comprarse automóvil nuevo, siempre me contaba acerca de él, su automóvil no es un "Trescaballos", pero podría ir al mar por mí, una vez me invitó al mar, espero que lo recuerde, un día de estos me aparezco en Guadalajara para que me cumpla la promesa.

Todo el mundo está serio conmigo en los últimos días, o quizá, por la distancia, es que yo lo siento así; igual y es mi imaginación. Pero le pido que no me olvide, los demás se han ido y si el teléfono suena es porque alguien quiere venderme una pecera o un mantel amarillo. Le mando un gran abrazo, y deseo, junto con todas mis ventanas, que no me olvide. Hasta siempre.
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é
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jueves, septiembre 22, 2005

carta

Mi mujer detesta los ascensores pero escribe en los espejos las fechas importantes. Arregla sus uñas los viernes, olvida el baño los domingos, toma por asalto la televisión porque transmiten “Los amantes del círculo polar”; llora y se despierta a media noche para preguntarme hacia dónde corren las niñas.
Conduce en autopistas que llevan a los hoteles que un día habitaremos, me habla de las enfermedades que cura con sus manos, me dice de un mundo ajeno a la tristeza; olvida dejar propina. Pelea con los vendedores de fruta, regatea el precio de un ventilador. Me besa antes de dormir y se disfraza de alguacil para habitar mis sueños.
Mi mujer anda desnuda por la casa, prefiere los manteles amarillos y las vacas con forma de relojes. Prefiere las pinturas que hablan de rebaños y tormentas, no hace preguntas de la nieve, ni de muelles donde los pescadores regresan a casa.
Mi mujer organiza una fiesta en mi espalda, instala un circo de tres carpas, una cocina pública para todo el vecindario. Mi mujer dice que está sola, que nadie la comprende, que es horrible despertar sola entre semana pero no quiere adoptar un perro. Se divierte con mis manos, juega con ellas a hacer banderas, luego las vende en los mercados cercanos a la casa. Mi mujer canta con las redes de los pescadores, se prueba miles de zapatos en las tiendas, miles de sombreros, miles de vestidos. Abre la jaulas, libera a los pájaros presos; habla de los delfines como si hablara de un país lejano. Mi mujer es una espada, una fuente, un hormiguero, una manzana. Mi mujer es una carta que alguien recibe en sus sueños, es una madrugada en un país de nieve, es un trineo para llegar al médico antes de la muerte; mi mujer cocina papas cuando regresa del trabajo y duerme desnuda entre mis brazos.

lunes, septiembre 19, 2005

"Así estoy yo sin ti", Joaquín Sabina

Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un candi con lamparones,
como un barco sin polizones,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernobil,
solo como un poeta en el aeropuerto,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

inicio de semana

Hoy, como si un misil Crucero hubiera impactado en mi casa, emerjo de mis ruinas, me reconozco, me sacudo el polvo y sin buscar mis zapatos intento caminar. Tanteo en los escombros, busco alguna parte de mi cuerpo. Tengo miedo, nunca había tenido tanto miedo.

sábado, septiembre 17, 2005

desde que soy feliz

Hablo de molinos de viento. Alguien me pregunta si quiero café, preferiría una estrella, una tormenta, una esquina en tu cuerpo. No tengo prisa para llegar al invierno, para dibujar en tu cuerpo, con mi lengua, otra mañana. No tengo prisa para llegar a la nieve, no tengo un duelo, no me duele nada, ni una muela, una fecha, una espera. Camino hacia tu cuerpo, guiado por tus manos, por el color de tus ojos; construyo puentes por si vienes a esperarme cuando termine el sueño.
Señora de las campanas que repiten canciones como ballenas.
Señora, duerme con los puertos, con los barcos, con los rebaños que los niños guían hacia el río. ¿Hay ríos en su cuerpo?
Vayamos a la calle a caminar con los trenes, señora. Vayamos en su automóvil hasta otra ciudad con calles frías, con teatros vacíos. Una ciudad en donde llueva. Una ciudad sin gatos abandonados en los callejones, pintemos en las bardas canciones para los ciegos.
No tengo vacaciones, no tengo un reloj, ni una raqueta. No tengo un pato, ni una chimenea; no tengo ganas de suicidarme, ni un ojo de venado. Vendado y vencido y sin tu cuerpo.

jueves, septiembre 15, 2005

nemo 2.0

No hay tesoros en las plantas, tampoco hay historias en los lugares donde duermes. Guarda las flores, guarda el color, guarda tu risa, guardarisa, guardafaros. Los ejércitos avanzan en medio de la niebla y buscan un descanso.
Imagina una casa sin ventanas, una casa con árboles en el techo; árboles que canten hacia el frío.
Madre, llévame a un pozo de agua, llévame donde la paciencia de los pescadores, voy hacia donde respiras, voy.
Abro las puertas; digo las palabras para levantar a los vencidos, digo en los libros la mañana; espero.

miércoles, septiembre 07, 2005

con las luces apagadas

Todos se fueron, apagamos la luz, todos se fueron. Es difícil saber que estás solo, que las personas se van y tienes que soportar con tus propios medios el olvido. Hoy no hay nada, sólo vacío, sólo unas ganas enormes de dormir.

martes, septiembre 06, 2005

breve

Liliana oye Guardabarranco, prefiere las canciones que hablan de flautas y cometas; prefiere las puertas abiertas y se desespera con los semáforos en rojo. Amo su cuerpo. Hay bosques que crecen en su espalda; llueve cuando guarda canciones bajo su cama. La calma es su respiración y su contacto. Despierta. Viaja en tren hacia lugares donde la gente habla de su risa.
Mira por la ventana y vuelve a ser niña, sigue las huellas de los gatos, se disgusta con los rompecabezas, no sabe dormir vestida, amo su desnudez que me despierta. Sé de su tristeza cuando toca "Gnossiennes (6) for piano: No 05, Modere" de Eric Satie, sólo para mí; aunque los vecinos oyen, aunque los vecinos construyen barcos conmigo.
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