sábado, febrero 18, 2006

soundtrak para una carta

Como la semana pasada, me senté a esperarme en el quisco de Tlaquepaque, pensé que me vería cruzar la calle, saludar a los globeros y continuar mi camino hasta un lugar en donde no hay canciones que hablen de la nieve. Los niños se sientan en las piernas de sus padres y cuentan los autobuses que pasan en dirección contraria, prefieren los autobuses amarillos. Escribo para decir algo de ti a las hormigas. En la calle se ha instalado un tianguis, las mujeres ordenan sus verduras y ofrecen al mejor precio sus semillas. Y los niños juegan a ser mosqueteros. Yo rayo en las paredes algo como un paisaje de estatuas, algo como una clave de sol más bien oscurecida y sin rumbo. En mis cuadernos es invierno. Quisiera decir que dibujo hormigas, pero no tengo más colores que tu cuerpo. Me encontré con la huesuda,/ sin saber que era la muerte,/ me dijo la testaruda,/ no bebas el aguardiente,/ pues vas a morir de cruda/ y amarga será tu suerte. Es más, ni palabras tengo; tengo, eso sí, algunas hojas para decir algo de tu cuerpo. Pero sería mejor que hiciéramos aviones de papel para intentar cruzar el patio de la escuela. Podríamos correr hacia atrás y escribir un manual para dibujar una escalera. Prefiero un barco que viaje por tu cuerpo. Una canción que diga algo de canciones trenes para fugarme contigo. En la calle se ha instalado un tianguis, las señoras cantan con sus frutas, el olor nos ofrece dice su contagio, pero yo no he salido a comprar nada, ni siquiera una guayaba; aunque, no estaría mal comprar guanábanas para hacer agua, como una manera de aliviar el calor. El año pasado, cuando el termómetro subió a 32 grados, los perros escaparon, tuvimos que organizar una búsqueda por todo el vecindario. Tres días después, cuando había bajado la temperatura, aparecieron, buscaron su lugar bajo la escalera y durmieron como si nada hubiera sucedido. Pienso en tu voz diciéndome algo del clima en tu ciudad; pienso en los parques que describes, en los pájaros con los que cantas. Pienso en una cosecha de trigo que nos espera en las canciones de la infancia. Mis amigos se quejan del calor y yo no sé qué responderles, quisiera regalarles una carta y un trineo; mis amigos dicen algo de caballos y de trenes: mis amigos se divierten en las ferias y en los parques; mis amigos no tienen una enredadera por abrigo, pero esperan el momento justo en que la luz verde del semáforo les dice que pueden seguir caminando. Hasta siempre.
[ é ]

viernes, febrero 10, 2006

mapa en Braille



Los anuncios en el pasillo nos invitan a un juego de fútbol, a un concierto donde quince grupos interpretarán algo de punk; yo prefiero actividades más calladas, como mirar tu cuerpo y escribirlo con mis labios hasta que se caiga el edificio. Aunque, por qué tendría que caerse el edificio, por qué no se cae un puente, o el horrible edificio de correos que está cruzando el parque. Mejor que no se caiga nada, sólo esta carta, que caiga en una profundidad para que nadie pueda leerla. Cierto, las cartas cantan canciones que, muchas veces, no comprendemos; por lo menos yo, que a veces me detengo a ver los discos en la calle y no encuentro nunca nada que me agrade. Por eso prefiero los caballos, pueden conducirnos a un paisaje lleno de notas y de frío. Por eso prefiero tu cuerpo, porque es un país para mis labios. Aunque, qué quiero decir con eso de un país para mis labios, me suena cursi e insensato; mejor decimos, un país lleno de piezas rotas, como un cementerio de guitarras donde nos cante el frío y la tristeza. Aunque, prefiero decir nada, el silencio es la mejor respuesta a tantas dudas, a tantas grietas que construyen mi cuerpo. Borro construyen y sugiero destruyen, las grietas me dibujan, las grietas son mi compañía y la enfermedad que en este tiempo no me logro curar; cierto, las grietas son mi país. He perdido un brazo, he perdido a mis soldados de plomo en una guerra contra los gatos de la cuadra, ja, esto sonó a la canción del osito carpintero, qué chafa. Una carrera de hamsters en un laberinto que yo construyo en mis sueños; aunque, pocas veces recuerde mis sueños. Recuerdo, eso sí, una canción en mi infancia, y no era la niebla, era una canción que crecía debajo de la cama, como si bajo ella vivieran ejércitos hambrientos que me pidieran una moneda para el frío, era un sueño largo, yo tenía que buscar el alimento para dichos soldados; porque, no lo sé, quizá ellos cantaban para que yo pudiera dormir. Aunque, en ese tiempo leía El poema de Gilgamesh, seguramente el capítulo nueve había dejado su rastro y sus grietas. Es hora de abandonar este lugar, repetir el pasillo donde nos invitan a un concierto, buscar en las películas algo para ver después de la cena; es imposible llegar por ese camino a donde duermes, pero es la mejor ruta para salir de este lugar. Ahora me despido, hasta siempre.
.
é
.

miércoles, febrero 01, 2006

noticias del mundo, con acento regio



En la casa de enfrente ensayan para una boda. Yo dibujo elefantes en las paredes de mi cuarto, cuando regrese del trabajo tendré que borrarlos, prefiero evitar las desbandadas. Los elefantes, por su buena memoria, podrían recordar los mapas que no he guardado y las canciones (siempre las mismas) que escucho hasta que es de madrugada. Dibujo elefantes para tener algo que contar en esta carta, lo cierto es que no ha ocurrido nada importante por aquí. Salvo un breve viaje a Tlaquepaque, un poco de tráfico, gente que camina en los parques y campanas sonando a media noche, cuando uno regresa del estadio, ja. Vayamos mejor a los lugares donde llueve, a los lugares lejos del tráfico y la impuntualidad. Pensaba en una interpretación suya de Bach al piano, que me dejó escuchar alguna vez; de pronto me da por escucharla de nuevo, la recorro en mi imaginación como se puede recorrer una tormenta, un cuaderno de primaria. Mi vecina regaña a su hijo por alguna causa, escucho sus reclamos. Yo, que no tengo otro oficio sino escribirte cartas, me dedico a coleccionar los pájaros que se acercan a comer en mi ventana, cuando tenga más de cien iré a soltarlos a Padahuel. Vayamos, sí, a los lugares donde no haga frío, donde una bicicleta pueda alejarnos de un abismo. A veces pienso en sus manos, en sus dedos que dibujan mapas con las teclas. A veces me detengo en los parques para ver cómo la gente camina, espero el momento en que pueda verme cruzar la calle, entrar en un café y elegir la mesa más amable; quizá entonces pueda acercarme para preguntar si estoy contento, si mis amigos han llamado o si he dormido bien. Hasta siempre.
.
é
.
Image hosted by Photobucket.com