viernes, julio 29, 2005

acerca de esperar



Je t´aurais pensé fenetre ou port, veille de gelée

Shrabin Koriam

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"En mi recuerdo hay agua para decir tu nombre, para pronunciar tu piel con mi tristeza; para que el velero dormido en el paisaje ampare en su descanso tus palabras", dijo él.

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"Entregada a su oficio de dibujar tu sombra, mi piel presiente de tu ausencia el día y nombra las iglesias de una ciudad que crece en mis senos. Pero no sé del fruto de tu sueño, de la palabra que nombra tus mañanas, cuando dibujas la tempestad que moja la infancia del rebaño", dijo ella.

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jueves, julio 28, 2005

carta

Querida Liliana:

Pronto lloverá, lo mejor será subir a la azotea para guardar la ropa y todo aquello que pudiera mojarse; se me ocurre, también, que deberíamos guardar los árboles y los puestos de periódico, los pasos de la gente, su risa; y tal vez a la gente misma podríamos acomodarla en la casa, quizás en la sala para que estén cómodos; podemos meter a otros en el baño.
Habrá que guardar a los perros callejeros, a los pájaros, a los niños y sus bicicletas. Estaría bien que guardáramos las bancas de los parques y los teléfonos, hay que guardar las sombrillas y los coches; algunos edificios, los que quepan, bien acomodados pueden permanecer en la cocina.
Guardemos los zapatos y los semáforos en verde, las esquinas, los puentes peatonales, las ventanas y, si quieres, podemos guardar la tormenta misma. Hasta siempre.
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miércoles, julio 27, 2005

Poema de José Luis Rivas



...Para cuando los muertos vengan,
hijo mío,
...desgrana pétalos dorados por la casa.

...Las flores más tupidas,
esas manosdetigre de color violáceo,
...espárcelas primero en una falda del cerro,
luego
...por todo el patio...

...Las flores blancas son margaritones
y tienen que sembrarse al pie de la cerca
...de palo mulato.

...Para cuando los muertos vengan,
hijo mío,
...para cuando me toque venir con ellos...

José Luis Rivas. Raz de marea, obra poética (1975-1992), México: FCE, 1993.

domingo, julio 24, 2005

carta


Querida Liliana:

Le escribo porque no hay niños en la calle que jueguen a esconderse, no hay ciudades en su ropa; tampoco llueve, pero eso no es novedad, más bien es un alivio para los pescadores. En el pronóstico del tiempo sugieren abrigarse, yo leo a Georg Trakl para que me dé frío; en su ausencia, Liliana, lleno las paredes con dibujos.

Usted se pone de mal humor en Cali, tiene un pie enyesado y me pregunta si ha llegado su paquete. Usted me espera en los parques, me pregunta si ha llovido y me despierta en el país que ofrecen sus caderas. Usted enciende las lámparas que me orientan en el frío, me regala una moneda para regresar a donde llueve.

Esto no es una carta, es un país, es un velero, es una ciudad que nos espera; es una manzana y un hormiguero naciendo en el patio de una escuela.

(Le viene bien a la canción una mañana.)

Usted pelea con su ordenador, se estresa por el tráfico, repite las canciones que hablan del olvido. Usted tiene los ojos azules de los magos. Usted esconde los relojes para confundir a su sombra, prefiere los semáforos en verde. Usted me ofrece el alivio de su cuerpo.

(Le digo de un lugar en donde llueve; le viene bien a la canción una ventana, una colmena.)

Llora conmigo por los que duermen, por los barcos, por los soldados que despiertan mutilados; llora conmigo como un árbol que mira hacia el abismo. Reparte tus monedas a los vagamundos, regala nueces a los ciegos. Piensa en mi cuerpo que te pertenece, piensa en mi lengua que imagina una ruta hacia tus ojos. Mírame cruzar la calle, con una ardilla en el bolsillo, para llegar al lugar donde respiras. Dibuja las guitarras, los puentes, las alcobas; adivina en mis manos un naufragio y espérame en un lugar habitado por los niños. Hasta siempre.
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sábado, julio 23, 2005

Poema de Anna Ajmátova


NOCHE BLANCA

No alcancé a cerrar la puerta,
ni a prender las velas.
estoy tan extenuada
que ni siquiera me puedo acostar.

Contemplo apenas los campos de pinos
en la oscuridad del ocaso,
embriagándose con el susurro de una voz
muy semejante a la tuya.

¡Y saber que todo está perdido,
que la vida es un maldito infierno!
Yo estaba tan segura
que tú vendrías de nuevo...

........................6 de febrero de 1911

Versión de Jorge Bustamante García

Anna Ajmátova, Poemas, UNAM: México, 1992, 89 p.

viernes, julio 22, 2005

tres


para Laurita Zaragoza
i) Los relojes no dicen nada de la espera, nada de despertar sin ti o de dibujar en las paredes de mi cuarto un país para tus gatos. Pero si no hay alivio en los paseos ni en los trenes que regresan, tampoco puede haberlo en los tres pasos que me conducen de la cama a la ventana. Te espero.
Dices un país en la sombra. Pronuncio tu cadera con los viernes; los niños, en la calle, hablan de huir de la casa de sus padres. Tampoco hay campanarios bajo el agua, ni siquiera mapas que me lleven al lugar donde respiras.
En los noticiarios discuten una teoría para aprender a cerrar una ventana; no hay calma, mucho menos alivio en los paseos que oriento hacia tu sombra. Apuesto a los enfermos mi reloj, no lo necesito; en realidad necesito una banca para dormir en el parque, necesito un árbol mordido de manzana. En realidad necesito tu cuerpo junto al mío. Miento a los espejos si sonrío, si digo que despiertas a las nueve y preguntas si ha llovido; miento a los despertadores porque en realidad sigo soñando que regresas.

ii) Me pregunto qué ocurriría si por la calle pasara una jirafa, imagino la sorpresa de los vecinos, presiento su enojo; la seguirían con la mirada hasta que hubiera llegado a la esquina para dirigirse a otra colonia (donde hubiera sido contratada para sorprender a más vecinos). ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando llega un circo? Casi todo el mundo se conduce con indiferencia cuando un circo llega a la colonia, algunos lo notan sólo porque tienen que desviarse de su camino habitual porque una calle está obstruida.

iii) Protegido por su sueño, Señora, me detengo sobre los abismos; digo su nombre a los enfermos y despiertan.
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é
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martes, julio 19, 2005

aldam-ysh


Nombre del ave utilizada como arma de guerra.
Desde que borra de su ruta el nido, las mujeres la adiestran en diversas obligaciones bélicas. Cuando ha cumplido un año puede buscar campamentos o ejércitos, orientándose por el olor del miedo; algunas veces se le ordena arrancar los ojos de algún soldado, si vuelve con un ojo amarillo, se sabe que el enemigo atravesó el desierto y viene armado con hachas. Si no regresa, se reconoce a los arqueros que llegan desde el frío.
Un libro nos recuerda que "antes del Diluvio se utilizaba para cazar cobras, y su fuerza era comparable a atacar sobre un elefante".

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domingo, julio 17, 2005

acerca de mi ociosidad y mi tristeza

Yo sólo quiero irme tranquilamente a pescar
y usar mis zapatos como anzuelo

miércoles, julio 13, 2005

hormigas

La abuela nos mandaba a cortar flores el día de los muertos grandes. Íbamos a donde la ceiba; por ahí, además de un hormiguero, crecían las flores que podíamos cortar. Algunas veces nos cruzábamos con los tíos muertos que regresaban a la casa de la abuela. Nos saludaban y, si les alcanzaba el tiempo, nos acompañaban a cortar las flores que pondríamos en la mesa y en sus tumbas; uno de ellos, el más cansado, regresaba en su caballo y siempre estaba hablando de la lluvia.
La abuela cocinaba pan en el horno que yo siempre creí un escondite, también hacía dulces de leche; recuerdo esto porque al regresar del camposanto, nuestro premio era comer de la olla donde había cocinado la pasta para el dulce.
Hoy nadie vino a visitarme, tampoco sonó el teléfono y mucho menos regresé del camposanto. La nube de niebla sólo crece en mis palabras. Tampoco es viernes; en el noticiario sólo hablan de un lugar en otro país donde no ha dejado de llover desde diciembre. No es día de muertos, los tíos pueden esperar, en su descanso, a que un olor de pan los guíe a la mesa de la casa grande.
Hoy la olla fue para mí solo, hice dulces de leche para los muertos que no vendrán; es media noche, pensaba en la casa de la abuela, en el horno de pan que usaba de escondite; escribo desde ahí, pero estoy salpicado de azúcar, de un momento a otro vendrán las hormigas a comerme.
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lunes, julio 11, 2005

sin compañía

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Querida Tantriste:
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Hoy lavé el traje de superheroe
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sábado, julio 09, 2005

sin ladridos

Los perros de la colonia escaparon, amanecimos con la noticia de su huída. No hay ladridos, nadie orina en los postes de luz, nadie pelea con los gatos. En la mañana, los vecinos hablaban de un lugar probable, pero dicha hipótesis fue sustituida por otras causas a media que transcurrió el día; incluso han venido las autoridades del municipio porque se cree que se esconden en el drenaje profundo a causa de algún virus, se habla de que planean un ataque.
¿A dónde han ido los perros? No escuchamos una flauta para imaginar que alguien se los llevó para vengar algún adeudo, tampoco es probable que la perrera haya cargado con tanto perro.
Las noticias que llegan son confusas y diversas, se dice que en colonias vecinas ha ocurrido lo mismo, algunos más hablan de un complot gubernamental y exponen las pruebas para sustentar su teoría; aunque cansados, algunos vecinos escuchan pacientemente la exposición de los diversos motivos. En la televisión las notas se refieren a las noticias de la monarquía de otros países, que si el príncipe ha sido arrestado por golpear a su esposa, que si la princesa se casa con su chofer; nadie habla de los perros que nos pertenecen.
Algunos vecinos organizaron búsquedas, otros más se alegran porque desde hace tiempo querían deshacerse de su perro. Los niños han conformado una patrulla que peina el vecindario, montados en sus bicicletas recorren cada calle, cada tienda, cada escalera, cada ventana, cada parque.
Un vecino escucha la radio, desea que el noticiario vespertino sugiera alguna pista. Yo escucho paciente por la ventana, atento a cualquier ladrido que pueda orientarnos hacia algún lugar. Alejado de los vecinos que defienden, incluso a golpes, sus hipótesis, pienso que los perros nos observan desde su escondite y se ríen de nuestra absurda búsqueda, pienso que más tarde volverán como si nada; comerán las croquetas que quedaron en sus platos y se echarán a dormir como si nada hubiera ocurrido.
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viernes, julio 08, 2005

carta

Lo mejor hubiera sido construir otro muro, eso de hacer hoyos no se me da, prefiero hacer ventanas. Lo mejor habría sido construir otra casa con el hoyo colocado exactamente donde lo deseaba. La cosa es sencilla, arquitecta, hay que construir las casas con los clavos donde uno los necesita, con las manchas que uno prefiere, con las grietas que uno es capaz de soportar.
Por otro lado, en la cancha instalaban un circo, yo pensaba en Querétaro, en las inundaciones que arrastraban autos, basura, jaulas con canarios. También pensaba en Gabriela Aguirre mirando desde la ventana, con la esperanza de que un gran barco atracara en la colonia.
Y qué más, no ha sucedido nada grave, salvo que no sé hacer hoyos en la pared, como le dije anteriormente, preferiría una casa con los hoyos necesarios. Porque, si me encomiendan hacer un hoyo, soy capaz de tirar el muro o llenarlo de hoyos hasta convertirlo en coladera. Lo anterior sería bueno para la ventilación, arquitecta, aunque usted no lo crea. En lugar de concreto cincelado, mi estilo sería, concreto agujereado. Pero no se ría porque estoy hablando de cosas serias.
Qué más, pues no sé, usted me pidió que le contara algo de mi vida y heme aquí diciéndole nada; no he comido, usted tiene suerte de vivir en Guadalajara, puede elegir algo delicioso sin mayor problema; yo, en cambio, tengo que imaginarlo desde este puesto de vigía. Se me antoja, eso es cierto, que sea invierno, se me antoja estar en Bogotá, tomar las manos de Liliana y escribir una canción de cuna en su espalda.
En la tarde se instaló un circo en la cancha, llovía. Ayer leí poemas en un pequeño lugar, me invitaron a participar; leí un texto nuevo, creo que ya le había contado acerca de él, se llama Adagio grazioso, creo que le gustó a una señora porque me invitó un café y se puso a contarme cosas de su infancia. Yo escuchaba atentamente y planeaba esta carta. En un momento de la charla la señora me preguntó el porqué de mi silencio, le dije que estaba preocupado porque tenía que hacer un hoyo, seguramente no me creyó, seguramente para todos los demás es fácil hacer un hoyo. Pero, usted lo sabe, para mí no.
Por eso, si alguna vez imagina una casa para mí, arquitecta, asegúrese que tenga los hoyos necesarios porque no quiero improvisar alguno nuevo. Hasta siempre.
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lunes, julio 04, 2005

carta

Es tuya la canción que crece con los panes; son tuyos los puentes peatonales, los libros que hablan de caminos; son tuyos los libros, los libreros, las bibliotecas y los trenes. Es tuyo el mercado (de pulgas) que guardo en un bolsillo. Las sillas, los sillones y los panes. Es tuyo un barco y una pera, un árbol de navidad y una manzana, la mañana, las escaleras que sirven solamente para bajar. Es tuyo mi silencio, esta carta, el desierto en que despiertan los rebaños, los años, los soldados y las fechas, las flechas y las haches.
Es tuya la canción que escriben los trenes cuando vuelven, es tuyo un árbol de higos, el pan y la sal con que recibe la muerte a los ahogados; es tuyo mi cuerpo, mi silencio, mi sexo. Es tuya la mañana llena de gritos, llena de niños que dibujan barcos en un enorme campo de centeno. Son tuyas las abejas, los vestidos y la niebla.
Son tuyos los relojes que dicen la hora de una ciudad en donde llueve; es tuyo el descanso, un río, un papalote amarillo; es tuya la cosecha, esta noche, los dedos de mis pies y mi cabeza. Son tuyas las canciones que los niños gritan en los parques; son tuyas las calles, las iglesias, las nueces y las grietas.
Son tuyos los espantapájaros que tiemblan por el frío; son tuyos los elefantes, los circos, los caballos; es tuyo mi nombre, mis ojos y la canción que crece con los panes.
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domingo, julio 03, 2005

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Querida Tantriste:
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Encontré una carta en donde me cuentas de un lugar, me dices que: “Es la ciudad a donde van los calcetines perdidos que no encuentras cuando amanece”. Me gusta cuando dices: “también se mudan allí las simples cosas que olvidamos que tuvimos”. Te cuento que a tu ciudad se han mudado muchas de mis cosas, siempre pierdo todo. He perdido algunos trenes, quizá ahora escriben otra ruta en tus cuadernos; perdí un Cántaro, ahora lo más probable es que ahorre agua en tu silencio.
Pensaba en tu carta, querida Tantriste, pensaba en los trenes que nunca te traen a este lugar. En las cartas que te escribo es otoño, siempre te dibujo vestida de vagamundo en los restaurantes, entonces hablamos de los viajes probables mientras, en otras mesas, la gente comenta las últimas noticias deportivas.
A veces todavía vienes a contarme de Beethoven, a veces todavía te espero en las estaciones de autobuses; a veces todavía lloras cuando escucho el Réquiem de Mozart. Hay cosas que me gustaría encontrar en tu ciudad. Quiero encontrar la niebla que vive en la casa del abuelo, un cementerio, un camino para llegar al río; quiero encontrar una ciudad, un Cántaro, una Biblia, un reloj que marque la hora del lugar en donde duermes. Tu ciudad existe en mis palabras, en tu silencio, en tu ausencia. Es una pena que ningún autobús pueda llevarnos.
Pero, aunque ningún autobús nos lleve a tu lugar, hoy te escribí esto que no es una carta. Pero aunque nunca podamos ir juntos a la ciudad que dices, quizá podamos elegir otros lugares con un clima más amable; yo sugiero que no haya mosquitos. Y propongo, para terminar, que esa ciudad tenga un río donde podamos ir a buscar chaneques. Hasta siempre.
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viernes, julio 01, 2005

sin título, sin asunto, sin trabajo, sin yaya, y sin rebaño y medio podrido a causa de la ausencia

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Pensaba, señora, en una carta que pudiera hablarle de ventanas. Pensaba, señora, en una carta que pudiera hablarle de mi piel que le pertenece; pensaba también en Bogotá, en los puentes peatonales, en las cartas en que me cuenta cosas de su infancia y de su muerte; cartas en que me habla de la ciudad que se esconde en su espalda.
Hoy me despidieron del trabajo, gasté mi último sueldo en un regalo para usted, también compré comida para el perro y una cartera nueva. Absurdo, señora, compré una cartera para el dinero que no tendré en los próximos días. Absurdo, señora, compré un regalo para usted, a sabiendas de que nunca vendrá por él.
He dilapidado mis pájaros, señora, he dilapidado mis días y las monedas que no tengo; pregunto en los mercados si usted me espera en una ciudad llena de marineros ebrios.
La tarde, señora, es un lugar al que regreso para pensar en su silencio, para escribir de usted mientras escucho las risas de los niños, para dibujarla junto a los barcos.
Despierto en los cuadernos, señora, a media noche, cuando todavía falta un rato para la mañana; entonces me levanto de la cama para contar historias a los enfermos; escribo su nombre en las lámparas y en las puertas. Muero de sed en sus rodillas, juego a ser fantasma en sus ojos azules, señora.
Un día, señora, ya no seré barco, ya no seré un mapa que oriente su respiración hacia un pozo de agua. Y se lo advierto encaradamente: un día ya no seré gigante en la ciudad que cuentan sus canciones.
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