martes, noviembre 29, 2005

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Soñé a tu padre. Me hablaba de un lugar lejano, un lugar a donde has ido a dormir cuando estás triste. Acompañado por un perro, me guiaba por los caminos más amables; me contó de tu infancia, me dijo las canciones que te hacen dormir y el nombre que dices cuando la mañana te despierta. Abres el refrigerador para cerciorarte que todo está en orden en el polo norte; quisieras un trineo y un ovejero, una bufanda y un mapa que guíe las tormentas. Tu padre sabe de las frutas y las lluvias, sabe el lugar donde caerán y la ruta que prefieren los caballos.
Entonces te imagino sentada en una banca mirando a los niños que juegan en los parques; pasan las bicicletas y es jueves, para ti siempre es jueves. Imagino tu risa con los niños y digo un nombre para invocar tu nombre en esta mesa. Son las doce, es la hora de tu almuerzo; entonces pido que te sirvan aunque no estés, aunque en la calle los manifestantes pidan un aumento de sueldo; aunque no estés y esta ciudad se haya convertido en un desierto a causa de tu ausencia.
Nos reímos del malhumor que te causa el calor, los zapatos apretados, las chamarras rosas, la falta de puntualidad; mientras hablábamos, su perro ladraba a los ciclistas, a veces los perseguía un largo trecho, después regresaba con la felicidad de habernos defendido de un naufragio.
Entonces te imagino enojada por la política, por el tumulto en el Tansmilenio; pienso en tu risa cuando es jueves, como hoy, y me he dedicado, todo el día, a tocar puertas. Ya no leo en el transporte público, me entretengo platicando con la gente acerca del clima, de los animales domésticos; incluso, algunas veces, me dictan una receta de cocina. Sin embargo, yo sé que ya no temes a los puentes peatonales, ni a las escaleras en los edificios de siete pisos.
Anoche soñé a tu padre y hablamos largas horas de tu risa, de la felicidad que te provocan los viajes y los circos; al final, me regaló una fecha y una lámpara. Se despidió diciendo adiós con su mano y se fue con su perro, quizá siguiendo la migración de las parvadas.
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é
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sábado, noviembre 26, 2005

carta


Querida Tantriste:
...y la vine a convencer al primer canto del gallo, ya antuve todito mayo... En esta calle los sábados son distintos, incluso los niños no juegan los mismos juegos que en la semana, planean otros; se entretienen en otras diversiones menos áridas, menos cercanas al cansancio. Pienso en un lugar para las canciones que no sabes. Pienso en un mago que acaricia tus canciones, en el país que es tu cuerpo cuando nos alcanza la tormenta. Terminé de leer Estrella distante de Bolaño, pensaba en Chile en los poemas de Teillier; pienso –también– en los espantapájaros que mueren sin un lugar, sin una compañía.
Caroll se fue hace algunos días, dejó una nota donde mencionaba algo de ir a buscar el mar. ¿Se habrá llevado a su perro el Kvezón? Desde ese entonces no me ha escrito; ella es chilena pero nunca me habló de Bolaño, aunque alguna vez me contó de Teillier. Pienso en las vías del tren por las que caminé hace algunos días, vi vagones que sirven de casas y niños jugando en sus casas tren que no van a ningún lugar. Caroll se fue y olvidó borrar su huellas. Quizá se convirtió en un árbol de membrillo, en una sombrilla, o en una alcancía donde los niños guardan sus monedas.
Los sábados son distintos pues respiro con la ausencia; me detengo, en alguna esquina, a platicar con los vecinos que hablan de política o de fútbol. Algunas veces intercambiamos periódicos y al día siguiente comentamos alguna nota relativa a los suicidios, a los enfermos. Ahora que escribo, la hija de alguno de ellos ha repetido “Lucha de gigantes” con su guitarra y se ha transformado en una lámpara, nos alumbra en las pesadillas y en las noches en que nadie vendrá a contarnos una historia.
Creo en los lunares que guían mi lengua por tu espalda, en las puertas que conducen hacia otro país y en las oraciones que guían rebaños a tu cuerpo. Hasta siempre.
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jueves, noviembre 24, 2005

invitación

Acaba de publicarse Un orbe más ancho, 40 poetas jóvenes (1971-1983). Muestra de poesía de las Ediciones de Punto de partida. En esta antología se incluyeron algunos poemas pertenecientes a mi libro Cántaro y algunos fragmentos del poemario Víspera de helada. Si alguien está interesado, el libro estará a la venta en la Feria del Libro de Guadalajara; en el stand de la UNAM. Posteriormente, en febrero, el libro se presentará en la Feria de Minería. Ya lo comentaré después.

martes, noviembre 22, 2005

carta


Querétaro, Querétaro, 22 de noviembre de 2005

Ya anduve todido mayo, pretendiendo a una mujer... Imaginaba un lugar en tu espalda, lo mismo un atardecer que una pila de agua para mojarse en vacaciones; con cangrejos bajo las piedras y unos árboles, de ciruela, junto a la casa que nos ofrece su descanso. El alivio de tu espalda para los niños. Tu risa para los que emigran hacia otros lugares con menos frío, como los patos cuando los lagos se congelan; hay gente que sigue la ruta que sugiere tu mirada, tu contacto; hay un faro que alumbra hacia los lugares donde duermes. Y yo, que no tengo oficio, me dedico a dibujar rebaños; me dedico a dibujar una ballena que se pudre en la playa; me dedico a escribirte este mensaje que quizá no tenga otra intención que saludarte. En el pronóstico del tiempo dicen que hará más frío, que debo salir a comprar una bufanda, que debo preparar café para los amigos que no tengo y que no vendrán a visitarme. Escribo y pienso en ti, pero tú seguramente aprendes a volar un aeroplano, o cocinas algo para comer en la tarde, cuando el frío habite las canciones. No he escuchado tu voz en los últimos cinco días, no he mencionado nada de los pueblos donde no tenemos familia qué visitar. ¿Sabes a dónde van los patos cuando los lagos se congelan? Imagino un oficio para mirar tus ojos, para entretenerme en las canciones que mencionen algo de tu risa y te escribo. Hasta siempre.
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viernes, noviembre 18, 2005

Merci

Llegamos a las 10 mil visitas. Qué honor!!

martes, noviembre 08, 2005

carta

/ Los vendedores en la calle gritan con tu voz, ofrecen sus productos con tu risa. / Prefiero los viernes a los martes, ya que hace menos frío y, en ocasiones, me visitas. / Los autobuses donde vendemos algo de agua para los que viajan, los que regresan y los que huyen del escándalo y la gloria. / Escapamos, nosotros, también, de las tormentas. / Nos movemos con la arena en los desiertos. / Reconocemos a los espantapájaros a lo lejos. / Te detienes para observar lo que sucede; y ofreces a los náufragos tu nombre. / Alguien dice algo de los sábados. / Mañana iremos donde nos regalan monedas por cada mina encontrada; no importa que Heinker haya perdido una pierna. Buscamos minas para comprar alimentos, aunque los soldados nos amenacen con sus armas. /
Los vendedores en la calle ofrecen tu silencio. Observamos a los pescadores que regresan con el pan y la sal de los ahogados. Mi vecina me pregunta si tengo un desarmador para abrir su ventana; no es novedad, siempre pierde las llaves. A veces, cuando me rasuro, toca mi puerta para pedirme que la ayude. Yo, que no tengo mucho qué rasurar, me apresuro para socorrerla. Pensaba en una taza de te después de 64 páginas, pensaba en una hamaca en una finca cerca de Pereira. Pensaba en ti, e imaginaba a vendedores que decían algo de tu ausencia; en la radio, las canciones dicen que a la tuza le dio mal de corazón; y a mí me ha dado mal de ausencia sin tu cuerpo. Pensaba en una carta, en una buena frase para agregarla a mis conclusiones. Pensaba en el color de tus ojos cuando llueve, sólo eso, Liliana, nada más. Hasta siempre.
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